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Por y Para Siempre
Sophie Love


“Una novela muy bien escrita que describe la lucha de una mujer (Emily) para encontrar su verdadera identidad. La autora ha hecho un trabajo magnífico en la creación de los personajes y en sus descripciones del entorno. El romance está ahí, pero sin sobredosis. Se merece puntos extra por este fantástico comienzo de una serie que promete ser de lo más entretenida.”--Books and Movies Reviews, Roberto Mattos (de Por Ahora y Siempre)¡POR Y PARA SIEMPRE es el segundo libro de la serie romántica LA POSADA DE SUNSET HARBOR, que se inicia con el primer libro POR AHORA Y SIEMPRE!Emily Mitchell, de 35 años, acaba de dejar su trabajo, su apartamento y su exnovio en Nueva York y, necesitada de un cambio en su vida, se ha marcado a la casa abandonada de su padre en la costa de Maine. Tras invertir los ahorros de su vida en restaurar el viejo hogar histórico, y con una relación naciente con el cuidador del edificio, Daniel, Emily se está preparando para abrir la Posada de Sunset Harbor con la llegada del Día de los Caídos.Pero no todo va según lo planeado. Emily aprende muy pronto que no tiene ni idea de cómo gestionar un hostal, y la casa, aún a pesar de sus esfuerzos, sigue necesitando arreglos nuevos y urgentes que no se puede permitir. Su codicioso vecino sigue decidido a darle problemas, y lo que es peor: justo cuando su relación con Daniel empieza a florecer, Emily descubre que éste oculta un secreto, uno que lo cambiará todo.Con sus amigos urgiéndole para que vuelva a Nueva York y su expareja intentando volver a ganarse su corazón, Emily tiene que tomar una decisión que cambiará su vida. ¿Intentará resistir y aceptar una vida en un pueblo pequeño en la vieja casa de su padre? ¿O le dará la espalda a sus nuevas amistades, a sus amigos, a su vida y al hombre del que se ha enamorado?POR AHORA Y SIEMPRE es el primer libro de un deslumbrante debut que se inicia con una serie en el género romántico, una serie que te hará reír, llorar, que te hará seguir leyendo hasta bien entrada la noche… y que conseguirá que vuelvas a enamorarte del romance.El segundo libro estará disponible en breve.







p o r y p a r a s I e m p r e



(la posada de SUNSET HARBOR—libro 2)



S O P H I E L O V E


Sophie Love



Como apasionada de toda la vida del género romántico, Sophie Love se enorgullece de presentar su primera serie romántica: POR AHORA Y SIEMPRE (LA POSADA DE SUNSET HARBOR – LIBRO 1).



ВЎA Sophie le encantarГ­a oГ­r tu opiniГіn, asГ­ que por favor visita www.sophieloveauthor.com (http://www.sophieloveauthor.com/) para escribir un correo electrГіnico, para unirte a su lista de contactos, recibir ebooks gratis, enterarte de las Гєltimas noticias y seguir en contacto!



Copyright В© 2016 de Sophie Love. Todos los derechos reservados. A excepciГіn de lo permitido bajo el Acta de Copyright de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicaciГіn puede ser reproducida, distribuida o transmitida bajo ninguna forma o medio, ni almacenada en bases de datos o sistemas de recuperaciГіn, sin la autorizaciГіn previa del autor. Este ebook sГіlo tiene licencia para tu disfrute personal. Este ebook no puede revenderse ni ser entregado a terceras personas. Si quieres compartir este libro con otra persona, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estГЎs leyendo este libro y no lo has comprado, o si no fue comprado Гєnicamente para tu uso, por favor devuГ©lvelo y adquiere tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo duro de este autor. Esto es una obra de ficciГіn. Los nombres, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son o bien producto de la imaginaciГіn del autor o usados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Copyright de la imagen de la portada NicoElNino, usada bajo licencia de Shutterstock.com.


NOVELAS DE SOPHIE LOVE



LA POSADA DE SUNSET HARBOR

POR AHORA Y SIEMPRE (Libro #1)

POR Y PARA SIEMPRE (Libro #2)

CONTIGO PARA SIEMPRE (Libro #3)


CAPГЌTULO UNO (#u2b14d00c-71d8-5646-901e-1fb8b7e557d9)

CAPГЌTULO DOS (#uf714aa7c-c1af-5d9b-853b-5c87a90e74db)

CAPГЌTULO TRES (#u6985bf93-3e40-5e0e-affd-b4394fd1d04b)

CAPГЌTULO CUATRO (#u3ca08ae1-9120-5675-9bca-802e288d80de)

CAPГЌTULO CINCO (#uf619c31c-dcff-5dd8-b689-a75355e1ebb1)

CAPГЌTULO SEIS (#u384b86b9-4f76-54b0-87d8-da970250c3df)

CAPГЌTULO SIETE (#uf2ac7832-71a9-5cd6-969a-451a0bf7d4c1)

CAPГЌTULO OCHO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO NUEVE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DIEZ (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO ONCE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DOCE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TRECE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO CATORCE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO QUINCE (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO DECISÉIS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DIECISIETE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTIDГ“S (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTIRÉS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTISÉIS (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo)

CAPГЌTULO TREINTA (#litres_trial_promo)




CAPГЌTULO UNO


―Buenos días.

Emily se estirГі y abriГі los ojos. La imagen que le dio la bienvenida era la mГЎs hermosa que hubiese podido imaginar: Daniel, rodeado por las limpias sГЎbanas blancas y con el halo de la luz matutina besГЎndole el cabello revuelto. InspirГі una bocanada de aire profunda y satisfecha, preguntГЎndose cГіmo habГ­a podido alinearse su vida de un modo tan perfecto. ParecГ­a que el destino, tras tantos aГ±os de dificultades, por fin habГ­a decidido darle un respiro.

―Buenos días. ―Le devolvió la sonrisa con un bostezo.

VolviГі a acurrucarse bajo las sГЎbanas, sintiГ©ndose cГіmoda, abrigada y mГЎs relajada de lo que lo habГ­a estado nunca. La calma silenciosa de las maГ±anas en Sunset Harbor contrastaban drГЎsticamente con el ajetreo de su antigua vida en Nueva York. PodrГ­a llegar a acostumbrarse a aquello: al sonido de las olas rompiendo a lo lejos, al olor del ocГ©ano, a tener a un hombre atractivo tumbado junto a ella en la cama.

Se levantГі y fue hacia las puertas cristaleras que daban al balcГіn, abriГ©ndolas para poder sentir la calidez del sol en la piel. El ocГ©ano destellaba en la distancia, y los rayos de luz iluminaron el dormitorio principal que tenГ­a a la espalda. A su llegada, hacГ­a seis meses, habГ­a sido un desastre lleno de polvo, pero ahora era una ensenada de tranquilidad de paredes y sГЎbanas blancas, alfombra suave, una preciosa cama con dosel y mesitas de noche antiguas cuidadosamente restauradas. En aquel momento, con el sol dГЎndole en la cara, Emily sintiГі que por una vez todo era perfecto.

―¿Estás lista para tu gran día? ―dijo Daniel desde la cama.

Emily frunciГі el ceГ±o, con la cabeza todavГ­a demasiado embotada por el sueГ±o como para comprenderle.

―¿Mi gran día?

Daniel sonriГі con suficiencia.

―Tu primer cliente, ¿recuerdas?

A los pensamientos de Emily le hicieron falta un segundo para caer en la cuenta, pero enseguida recordГі que tenГ­a a su primer cliente, el seГ±or Kapowski, durmiendo en la habitaciГіn al final del pasillo. La casa que se habГ­a pasado seis meses restaurando habГ­a pasado de ser un hogar a un negocio, y aquello significaba que tenГ­a que preparar un desayuno.

―¿Qué hora es? ―preguntó.

―Las ocho ―contestó Daniel.

Emily se quedГі paralizada.

―¿Las ocho?

―Sí.

―¡No! ¡Me he quedado dormida! ―exclamó, volviendo a entrar a la carrera al dormitorio desde el balcón. Cogió el reloj despertador y lo agitó con furia―. ¡Se suponía que tenías que despertarme a las seis, maldito cacharro!

Lo volviГі a dejar con un golpe sobre la mesita de noche y despuГ©s se apresurГі hacia la cГіmoda en busca de algo de ropa, lanzando suГ©teres y pantalones por todas partes. Nada le parecГ­a lo bastante profesional.; habГ­a tirado a la oficina toda la ropa que habГ­a tenido para la oficina de su antigua vida en Nueva York, y ahora todo lo que tenГ­a era ropa prГЎctica.

―Tranquila ―rió Daniel entre dientes desde la cama―. No pasa nada.

―¿Cómo que no pasa nada? ―gimoteó Emily, saltando a la pata coja mientras se ponía unos pantalones―. ¡El desayuno empezaba a las siete!

―Y sólo hacen falta cinco minutos para escalfar un huevo ―añadió Daniel.

Emily se quedГі paralizada allГ­ donde estaba, medio vestida y con cara de haber visto a un fantasma.

―¿Crees que querrá huevos escalfados? ¡No tengo ni idea de cómo escalfar un huevo!

En lugar de tranquilizarla, las palabras de Daniel sГіlo sirvieron para hundirla todavГ­a mГЎs en el pГЎnico. ArrancГі un arrugado suГ©ter liliГЎceo del cajГіn y se lo pasГі con la cabeza, consiguiendo que la electricidad estГЎtica le encrespase el cabello al instante.

―¿Dónde está mi máscara de pestañas? ―preguntó, corriendo de un lado al otro―. ¿Y podrías dejar de reírte de mí? ―añadió, dirigiendo una mirada enfurecida a Daniel―. Esto no es divertido. Tengo a un huésped. ¡A un huésped que paga! Y no tengo más que zapatillas de deporte que ponerme. ¿Por qué tiré todos los tacones?

Las risitas ahogadas de Daniel se convirtieron en carcajadas.

―No me río de ti ―consiguió decir―. Me río porque soy feliz. Porque estar contigo me hace feliz.

Emily hizo una pausa; aquellas palabras tocaron algo en lo profundo de su ser. Lo mirГі, allГ­ tumbado de manera lГЎnguida como si fuera un Dios en su cama. Daniel tenГ­a una cara con la que no se podГ­a estar enfadada mucho tiempo.

Daniel apartГі la vista. Aunque Emily ya estaba acostumbrada a que Daniel se encerrase en sГ­ mismo cuando demostraba demasiado lo que sentГ­a, aquello seguГ­a poniГ©ndola nerviosa. Los propios sentimientos de Emily eran tan evidentes que era como si fuera trasparente. No le cabГ­a duda de que siempre llevaba el corazГіn en la mano.

Pero a veces Daniel la hacГ­a sentirse perdida. Con Г©l nunca estaba segura, y aquello le recordaba de manera casi dolorosa a sus relaciones anteriores y a la falta de estabilidad que habГ­a sentido en ellas, como si estuviese de pie en la cubierta de un barco que se balancease sobre el mar y nunca fuese a acostumbrarse al balanceo. No querГ­a que aquella historia se repitiese con Daniel, querГ­a que con Г©l fuese distinto. Pero la experiencia le habГ­a enseГ±ado que en la vida es muy raro conseguir lo que se desea.

VolviГі a girarse hacia la cГіmoda, ahora en silencio, y se puso unos pequeГ±os pendientes de plata.

―Tendrá que servir ―dijo, desviando la mirada del reflejo de Daniel en el espejo para mirarse a sí misma, y su expresión pasó de ser la de una chica llena de pánico a la de una mujer de negocios decidida.

SaliГі con paso firme del dormitorio y se lo encontrГі todo sumido en el silencio. El pasillo del segundo piso era ahora imponente, con unas preciosas lГЎmparas de pared y una araГ±a en el techo que atrapaba la luz del sol matutino y la reflejaba en todas partes. El suelo de madera se habГ­a pulido hasta la perfecciГіn, aГ±adiendo un toque rГєstico pero glamuroso.

Emily mirГі hacia la puerta que habГ­a al final de dicho pasillo, la puerta de la habitaciГіn que previamente habГ­a pertenecido a Charlotte y a ella. Restaurar aquella habitaciГіn habГ­a sido lo mГЎs difГ­cil de todo, puesto que para ella habГ­a sido como borrar a su hermana. Pero todas las cosas de Charlotte estaban ordenadas con cuidado en un rincГіn especial del ГЎtico, y Serena, amiga de Emily y artista local, habГ­a creado algunas obras de arte asombrosas con la ropa de su hermana. Aun asГ­, seguГ­a sintiendo un cosquilleo en el estГіmago al saber que habГ­a un desconocido durmiendo al otro lado de aquella puerta, un desconocido al que ahora tenГ­a que servirle el desayuno. En sus fantasГ­as de convertir la casa en un hostal nunca habГ­a llegado a imaginar cГіmo serГ­a realmente, quГ© aspecto tendrГ­a ni cГіmo se sentirГ­a al respecto. De repente le parecГ­a que no estaba preparada en lo mГЎs mГ­nimo, como si fuera una niГ±a jugando a ser adulta.

RecorriГі el pasillo hacia las escaleras asegurГЎndose de hacer el mГ­nimo ruido posible. La nueva alfombra color crema era esponjosa bajo sus pies, y no pudo evitar mirarla con adoraciГіn. La transformaciГіn de la casa habГ­a sido una autГ©ntica maravilla que contemplar. TodavГ­a quedaba trabajo por hacer: el tercer piso en concreto era un completo desastre, con habitaciones en las que todavГ­a ni habГ­a entrado, y aquello sin mencionar los demГЎs edificios de la propiedad que contenГ­an una piscina abandonada y todo un ejГ©rcito de cajas que organizar. Pero lo que habГ­a conseguido hasta el momento con una pequeГ±a ayuda de la amable gente de Sunset Harbor todavГ­a le sorprendГ­a. La casa le parecГ­a ahora una amiga, una que todavГ­a tenГ­a secretos que compartir. De hecho, habГ­a una llave en concreto que estaba demostrando ser todo un misterio; no importaba lo que intentase Emily, no conseguГ­a encontrar quГ© era lo que abrГ­a. Lo habГ­a comprobado todo, desde los cajones de los escritorios hasta las puertas de los armarios, pero todavГ­a no lo habГ­a encontrado.

BajГі la larga escalera que ahora contaba con unas barandillas pulidas y relucientes, la esponjosa alfombra de aspecto resplandeciente y los afianzadores de cobre que destacaban los colores a la perfecciГіn. Pero mientras bajaba admirГЎndolo todo, se percatГі de que habГ­a una mancha en la alfombra: una huella de barro desdibujada. Era claramente la huella de la bota de un hombre.

Se detuvo en el Гєltimo escalГіn. В«Daniel debe tener mГЎs cuidado cuando vaya de aquГ­ para allГЎВ», pensГі.

Pero entonces notГі que la huella se alejaba de ella, dirigiГ©ndose hacia la puerta principal, lo que significaba que la persona habГ­a bajado las escaleras. Y si Daniel seguГ­a en la cama, entonces aquella huella sГіlo podГ­a pertenecer a su huГ©sped, el seГ±or Kapowski.

Emily se apresurГі hacia la puerta y la abriГі a toda prisa. El seГ±or Kapowski habГ­a llegado con su coche el dГ­a anterior por el camino de entrada reciГ©n pavimentado y habГ­a aparcado justo allГ­. El coche ya no estaba.

Emily no se lo podГ­a creer.

Se habГ­a ido.




CAPГЌTULO DOS


Llena de pГЎnico, volviГі a entrar corriendo en la casa.

―¡Daniel! ―gritó desde el pie de las escaleras―. ¡El señor Kapowski se ha ido! ¡Se ha ido porque no me he levantado a tiempo de prepararle el desayuno!

Daniel apareciГі en lo alto de las escaleras cubierto Гєnicamente con unos pantalones de pijama, dejando al descubierto los hombros anchos y el pecho musculoso. Su cabello estaba enmaraГ±ado, lo que le daba el aspecto de un estudiante que se hubiese levantado con prisas.

―Seguramente tan solo haya ido a Joe’s ―repuso, bajando las escaleras hacia Emily al trote―. Mencionaste lo buenos que son sus gofres, ¿recuerdas?

―¡Pero se supone que yo le tengo que preparar el desayuno! ―exclamó Emily―. El hostal es un B&B, de bed and breakfast, alojamiento y desayuno, no un B de bed a secas!

Daniel llegГі al pie de los escalones y la tomГі entre sus brazos, abrazГЎndola suavemente por la cintura.

―Quizás no se haya dado cuenta de lo que significa la segunda B. Quizás creía que significaba «baño». O banana ―bromeó. Le dio un beso en el cuello, pero Emily lo apartó agitando la mano y se escabulló de su abrazo.

―¡Daniel, deja de hacer el tonto! ―espetó―. Esto es serio. Es mi primer huésped y no me he despertado a tiempo de hacerle el desayuno.

Daniel sacudiГі la cabeza y puso los ojos en blanco con afecto.

―No es para tanto. Habrá bajado a desayunar junto al océano en lugar de eso. Está de vacaciones, ¿te acuerdas?

―Pero desde mi porche se ve el océano ―tartamudeó Emily con una voz que empezaba a fallarle. Se dejó caer sentada en el último escalón sintiéndose pequeña, como una niña que hubieran castigado a sentarse allí, y dejó caer la cabeza entre las manos―. Soy una anfitriona horrible.

Daniel le frotГі los hombros.

―Eso no es verdad. Simplemente todavía no le has cogido el ritmo. Todo es nuevo y extraño, pero lo estás haciendo bien. ¿Vale?

Dijo aquella Гєltima palabra con firmeza, casi con paternalismo, y Emily no pudo evitar sentirse reconfortada. AlzГі la mirada hacia Г©l.

―¿Quieres que te escalfe a ti un huevo al menos? ―preguntó.

―Eso sería un detalle ―dijo Daniel con una sonrisa. Tomó el rostro de Emily entre las manos y le dio un beso en los labios.

Fueron juntos a la cocina y el sonido de la puerta abriГ©ndose despertГі a Mogsy y a su cachorro, Lluvia, de su duermevela en el lavadero que habГ­a justo al otro lado de la puerta tipo granero. Emily sabГ­a que mantener a los perros fuera de la cocina y de cualquier otra parte de la casa que necesitase para el negocio del hostal era un deber absoluto si no querГ­a que le cerrasen el negocio al instante por higiene y salubridad, pero se sentГ­a mal por confinar a los perros a un espacio tan pequeГ±o de la casa. Se recordГі a sГ­ misma que era una situaciГіn temporal; ya habГ­a conseguido que cuatro de los cinco cachorros de Mogsy fuesen adoptados por amigos del pueblo, pero Lluvia, el mГЎs pequeГ±o de la camada, era mГЎs difГ­cil de colocar, y nadie parecГ­a ni remotamente interesado en aceptar a la madre. A fin de cuentas era, siendo amables, una perra callejera bastante fea.

Tras llevar a los perros fuera y darles de comer, Emily volviГі a la cocina. Mientras tanto Daniel habГ­a logrado salir un momento al jardГ­n para recoger los huevos que habГ­an puesto aquella maГ±ana las gallinas Lola y Lolly, y habГ­a preparado una jarra de cafГ©. Emily aceptГі una taza agradecida y aspirГі el aroma antes de acercarse a los fogones Arga, otra de las reliquias de su padre que habГ­a restaurado, y se puso a practicar el arte de escalfar huevos.

De entre todas las habitaciones de la casa, la cocina era su preferida. Aquel pobre espacio habГ­a sido vГ­ctima del tiempo y el abandono a su llegada, y despuГ©s los habГ­a asaltado una tormenta que habГ­a provocado mГЎs daГ±os, y despuГ©s la tostadora se habГ­a fundido y habГ­a provocado un incendio. El daГ±o por el humo habГ­a sido mГЎs destructor que el fuego en sГ­: las llamas tan solo habГ­an alcanzado un estante y consumido algunos libros de cocina, pero el humo habГ­a conseguido filtrarse por todos los huecos y resquicios, dejando tras de sГ­ manchas negras y el olor de plГЎstico quemado en todo lo que habГ­a tocado.

En tan solo seis meses, a aquella habitaciГіn le habГ­a pasado todo lo malo que podГ­a pasarle. Pero tras algunas noches de trabajo duro, por fin habГ­a sido restaurada por tercera vez y tenГ­a un aspecto encantador con su frigorГ­fico retro y su original palangana blanca victoriana Belfast, ademГЎs de sus encimeras de mГЎrmol negro.

―Resulta ―dijo Emily, sirviendo su quinto intento de huevo escalfado en el plato de Daniel―, que no soy una cocinera tan mala después de todo.

―¿Ves? ―dijo Daniel, cortando la clara del huevo y dejando que la yema dorada cayese sobre la tostada―. Ya te lo había dicho. Tienes que escucharme más a menudo.

Emily sonriГі, disfrutando del humor amable de Daniel. Ben, su ex, nunca la habГ­a hecho reГ­r como lo hacГ­a Daniel, y tampoco habГ­a podido reconfortarla nunca en sus momentos de pГЎnico. Con Daniel era como si nada fuera nunca demasiado complicado para hacerle frente. No importaba si se trataba de una tormenta o un incendio, Daniel siempre le hacГ­a sentir que todo iba bien, que podГ­a arreglarse. Su estabilidad era uno de sus rasgos mГЎs atractivos; podГ­a calmarla y tranquilizarla del mismo modo en que la tranquilizaba el ocГ©ano. Pero aun asГ­ Emily nunca estaba segura de quГ© opinaba Daniel, de si sentГ­a lo mismo que ella. TenГ­a la impresiГіn de que su relaciГіn era como la marea, y al igual que Г©sta, no podГ­an controlarla por mucho que lo intentasen.

―Bueno ―dijo Daniel, mordisqueando felizmente su desayuno―, después de comer deberíamos empezar a prepararnos.

―¿Prepararnos para qué? ―preguntó Emily, dando un trago de su segunda taza de café solo.

―Hoy es el desfile del Día de los Caídos ―repuso Daniel.

Emily recordaba vagamente haber asistido a un desfile de niГ±a y de haber querido volver a verlo, pero ya habГ­a metido suficiente la pata aquel dГ­a como para poder permitirse una salida.

―Tengo muchas cosas de las que ocuparme por aquí. Tengo que preparar la habitación de invitados.

―Ya está hecho ―contestó Daniel―. Lo he hecho mientras te encargabas de los perros.

―¿De verdad? ―inquirió Emily con recelo―. ¿Has cambiado las toallas?

Daniel asintiГі.

―¿Y los mini champús?

―Ajá.

―¿Y los saquitos de café y azúcar?

Daniel arqueГі una ceja.

―Todo lo que tenía que cambiarse se ha cambiado. He hecho la cama, y antes de que lo digas, sí, sé cómo hacer una cama. He vivido solo durante años. Todo está listo para cuando vuelva, así que, ¿vienes al desfile?

Emily sacudiГі la cabeza.

―Tengo que estar aquí cuando vuelva el señor Kapowski.

―No necesita que le hagas de canguro.

Emily se mordiГі el labio. Tener a su primer huГ©sped le ponГ­a nerviosa, y estaba desesperada por hacerlo todo bien. Si no conseguГ­a que aquello funcionara, tendrГ­a que volver a Nueva York con la cola entre las patas y seguramente acabarГ­a durmiendo en el sofГЎ de Amy, o todavГ­a peor, en la habitaciГіn libre de su madre.

―¿Pero y si necesita algo? Como más cojines, o…

―¿O más bananas? ―la interrumpió Daniel con una sonrisa de satisfacción.

Emily suspirГі, reconociendo la derrota. Daniel tenГ­a razГіn; el seГ±or Kapowski tampoco esperarГ­a que estuviera esperГЎndolo en todo momento. De hecho, lo mГЎs seguro era que prefiriese que Emily no interfiriera demasiado. DespuГ©s de todo, estaba de vacaciones, y la mayorГ­a de la gente lo que buscaba era paz y tranquilidad.

―Venga ―la animó Daniel―. Será divertido.

―De acuerdo ―accedió ella―. Iré.



*



AllГЎ donde mirase, Emily veГ­a banderas de Estados Unidos. Su visiГіn se habГ­a convertido en un caleidoscopio de barras y estrellas que le arrancГі un jadeo de sorpresa. Las banderas colgaban de los escaparates de todas las tiendas y entre cada par de lГЎmparas habГ­a una cuerda de banderas anudadas, y aquello ni siquiera se podГ­a comparar al nГєmero de banderas que agitaban los paseantes. ParecГ­a que todo el mundo que circulaba por la acera tenГ­a una.

―Papi ―dijo Emily, alzando la vista hacia su padre―. ¿Puedo tener yo también una bandera?

El hombre le sonriГі desde arriba.

―Desde luego que sí, Emily Jane.

―¡Y yo, y yo! ―se sumó una vocecita.

Emily se girГі para mirar a su hermana, Charlotte, vestida con una brillante bufanda pГєrpura alrededor del cuello que no encajaba para nada con sus botas de mariquitas. Era una niГ±a pequeГ±a a la que todavГ­a le costaba mantener el equilibrio.

Las niГ±as siguieron a su padre, cada una de ellas aferrГЎndose con fuerza a una de sus manos, y cruzaron con Г©l la calle para entrar en una pequeГ±a tienda que vendГ­a encurtidos y salsas caseras en tarros.

―Vaya, hola, Roy. ―La mujer de detrás del mostrador sonrió de oreja a oreja, y después les sonrió también a las dos pequeñas―. ¿Habéis subido durante estos días festivos?

―Nadie celebra el Día de los Caídos como Sunset Harbor ―contestó su padre con amabilidad y simpatía―. Dame dos banderas para las niñas, por favor, Karen.

La mujer cogiГі las banderas de detrГЎs del mostrador.

―¿Y por qué no tres? ―dijo―. ¡No te olvides de ti!

―¿Qué tal cuatro? ―dijo Emily―. Tampoco deberíamos olvidarnos de mamá.

Roy tensГі la mandГ­bula y Emily supo al instante que habГ­a dicho algo que no debГ­a. MamГЎ no querrГ­a una bandera, mamГЎ ni siquiera habГ­a ido con ellos a Sunset Harbor para el viaje de fin de semana. Una vez mГЎs, sГіlo estaban ellos tres. ParecГ­a que Гєltimamente ocurrГ­a cada vez con mГЎs frecuencia.

―Dos serán más que suficientes ―contestó su padre con algo de rigidez―. En realidad es por las niñas.

La mujer de detrГЎs del mostrador le tendiГі una bandera a cada una de las pequeГ±as; su amabilidad se habГ­a visto sustituida por cierta incomodidad avergonzada al comprender que habГ­a cruzado sin querer una lГ­nea invisible.

Emily mirГі cГіmo su padre pagaba a la mujer y le daba las gracias, notando que ahora su sonrisa era forzada y su postura mГЎs frГ­a. DeseГі no haber mencionado a mamГЎ. MirГі la bandera que llevaba entre los dedos enguantados y de repente no le apeteciГі tanto celebrar nada.

Emily jadeГі, volviendo a la calle principal de Sunset Harbor con Daniel. SacudiГі la cabeza, sacudiГ©ndose de encima el remolino de aquellos recuerdos. No era la primera vez que experimentaba el regreso repentino de un recuerdo perdido, pero cada vez que ocurrГ­a volvГ­a a dejarla profundamente afectada.

―¿Estás bien? ―dijo Daniel, tocándole ligeramente el brazo con expresión preocupada.

―Sí ―contestó ella, pero su voz sonó aturdida. Intentó sonreír, pero sólo consiguió elevar débilmente las comisuras de los labios. No le había hablado a Daniel del modo en que sus recuerdos de infancia estaban volviendo poco a poco. No quería ahuyentarlo.

Decidida a no dejar que sus recuerdos intrusivos echaran a perder su dГ­a, Emily se lanzГі de cabeza a las celebraciones. HabГ­an pasado muchos aГ±os desde la Гєltima vez que habГ­a asistido, pero aun asГ­ seguГ­a sintiГ©ndose asombrada ante todo aquel espectГЎculo. La maravillaba el modo en que el pequeГ±o pueblo lo daba todo en las celebraciones. Una de las cosas que estaba empezando a adorar de Sunset Harbor eran sus tradiciones, y tenГ­a el presentimiento de que el DГ­a de los CaГ­dos se iba a convertir en otra festividad a la que adorar.

―¡Hola, Emily! ―la llamó Raj Patel desde el otro lado de la calle. Iba caminando con su esposa, la doctora Sunita Patel. Emily los consideraba a ambos amigos.

Los saludГі con la mano y se girГі hacia Daniel.

―Oh, mira. Ahí están Birk y Bertha. ¿Y es ésa la pequeña Katy, en el cochecito que llevan Jason y Vanessa? ―Señaló al dueño de la gasolinera y a su mujer minusválida. Junto a ellos estaba su hijo, el bombero que había salvado la cocina de Emily de acabar reducida a cenizas. Su esposa y él habían tenido a su primera hija, una pequeña llamada Katy, y se habían quedado a uno de los cachorritos de Emily como regalo para el bebé―. Deberíamos acercarnos a saludar ―continuó, deseosa de hablar con sus amigos.

―En un segundo ―dijo Daniel, dándole un empujoncito con el hombro―. Se acerca el desfile.

Emily mirГі calle abajo y vio a la banda del instituto local formando, listos para empezar la procesiГіn. El tambor empezГі a marcar el ritmo y se vio seguido rГЎpidamente por los instrumentos de viento tocando В«La Marcha de los SantosВ». ObservГі encantada mientras la banda pasaba frente a ellos, seguida de las animadoras vestidas con conjuntos a juego en rojo, blanco y azul, que recorrieron toda la calle dando volteretas hacia atrГЎs y levantando las piernas.

DespuГ©s desfilГі un grupo de preescolares con las caras de mejillas redondeadas y angelicales pintadas. Emily sintiГі un pinchazo al verlos. Para ella tener niГ±os nunca habГ­a sido una gran prioridad y no habГ­a tenido prisa alguna en convertirse en madre considerando la relaciГіn abismal que mantenГ­a con la suya propia, pero ahora, al ver a aquellos niГ±os en el desfile, comprendiГі que algo habГ­a cambiado en su interior. Ahora habГ­a un nuevo deseo, un pequeГ±o anhelo que tiraba de ella. MirГі a Daniel y se preguntГі si Г©l tambiГ©n lo sentГ­a, si la imagen de aquellos niГ±os adorables le hacГ­a sentir lo mismo. Pero, como siempre, la expresiГіn de Daniel era indescifrable.

El desfile continuГі. DespuГ©s les tocГі a un grupo de mujeres de aspecto duro del equipo de roller derby local y pasaron saltando y corriendo sobre sus patines, seguidas de un par de zancudos y de una gran carroza echa con papel machГ© de la estatua de Abraham Lincoln.

―Emily, Daniel ―dijo una voz a sus espaldas. Era el alcalde Hansen junto a su ayudante Marcella, que parecía bastante agobiada―. ¿Estás disfrutando de la fiesta? ―preguntó el alcalde―. Si no recuerdo mal no es tu primer año, pero quizás sí sea el primero que recuerdas.

SoltГі una risita inocente, pero Emily se agitГі incГіmoda. IntentГі adoptar una postura tranquila y feliz.

―Tienes razón. Por desgracia no recuerdo haber venido de niña, pero desde luego ahora la estoy disfrutando. ¿Qué tal tú, Marcella? ―añadió, intentando apartar la atención de sí misma―. ¿Es tu primer año?

Г‰sta asintiГі una vez de manera decidida y eficiente, y despuГ©s volviГі a centrarse en su portapapeles.

―No le hagas caso ―dijo el alcalde Hansen con una risita―. Es adicta al trabajo.

Marcella alzГі la mirada sГіlo un segundo, pero fue suficiente para que Emily leyera la frustraciГіn en sus ojos. Estaba claro que la actitud relajada del alcalde la frustraba. Emily podГ­a simpatizar con ella; ella misma habГ­a estado en la misma posiciГіn hacia tan solo seis meses, mostrГЎndose demasiado seria y estresada y movida principalmente por la cafeГ­na y el miedo al fracaso. Mirar a Marcella era como asomarse a un espejo y ver un reflejo de su juventud. SГіlo podГ­a esperar que Marcella aprendiese a relajarse y que Sunset Harbor la ayudase a suavizar la tensiГіn que se habГ­a adueГ±ado de ella aunque fuera sГіlo un poco.

―Bueno ―continuó el alcalde―, toca volver al trabajo. Tengo que dar unas medallas, ¿no, Marcella? La ceremonia de premios de la carrera de huevos con cuchara o algo así.

―Las Olimpiadas para Menores de Cinco ―contestó Marcella con una exhalación.

―Eso es ―repuso el alcalde Hansen, y los desaparecieron entre la multitud.

Daniel sonriГі.

―Es imposible no enamorarse de este pueblo enloquecido ―comentó, rodeando a Emily con el brazo.

Г‰sta se acurrucГі contra Г©l, sintiГ©ndose a salvo y protegida. Juntos miraron cГіmo desfilaba la conga, saludando a sus amigos cuando pasaron frente a ellos: Cynthia, de la librerГ­a, con su cabello naranja chillГіn y la ropa que nunca iba a juego; Charles y Barbara Bradshaw, de la pescaderГ­a; Parker, de la tienda al por mayor de fruta y verduras orgГЎnicas.

Y entonces Emily distinguiГі a alguien entre el pГєblico que le helГі la sangre en las venas. AllГ­ de pie, vestido con unos pantalones a cuadros de golf y un suГ©ter verde lima que a duras penas le cubrГ­a la barriga cervecera, estaba Trevor Mann.

―No mires ―susurró entre dientes, buscando la mano de Daniel para sentirse más segura―. Pero el señor Vecino Desdeñoso se ha unido a la fiesta.

Daniel, por supuesto, mirГі en su direcciГіn al instante, y como si tuviera alguna clase de sexto sentido, Trevor lo notГі. Los mirГі a ambos de reojo y sus ojos oscuros destellaron con malicia.

Emily hizo una mueca.

―¡Te he dicho que no mirases! ―regañó a Daniel mientras Trevor se abría paso hasta ellos.

―Sabes, hay una norma no escrita ―siseó Daniel en respuesta―, de que si le dices a alguien «no mires», lo primero que hará esa persona es mirar.

Era demasiado tarde para huir. Trevor Mann se echГі sobre ellos, emergiendo de entre la multitud como alguna especie de horrible bestia con bigote.

―Oh, no ―gimió Emily.

―Emily ―la saludó Trevor con su falsa voz amistosa―, no te habrás olvidado de esos impuestos que debes, ¿verdad? Porque te aseguro que yo no.

―El alcalde me ha dado una prórroga ―contestó Emily―. Estabas en la reunión, Trevor, me sorprende que te lo perdieses.

―No me importa si el alcalde Hansen ha dicho que no hay prisa en que los pagues, eso no depende de él, sino del banco. Y me he puesto en contacto con ellos para hablarles de tu ocupación ilegal de la casa y del negocio ilegal que llevas en ella.

―Eres un capullo ―intervino Daniel, cuadrando los hombros de manera protectora frente a él.

―Déjalo ―dijo Emily, poniéndole la mano en el brazo. Lo último que necesitaba era que Daniel perdiera el control.

Trevor sonriГі con suficiencia.

―La prórroga del alcalde Hansen no durará eternamente, y desde luego no tiene ningún peso legal. Y voy a hacer todo lo que esté en mi poder para asegurarme de que tu hostal se hunde y nunca vuelve a salir a flote.




CAPГЌTULO TRES


Emily mirГі cГіmo Trevor se alejaba entre la gente.

En cuanto hubo desaparecido Daniel se girГі hacia ella con un marcado ceГ±o en el rostro.

―¿Estás bien?

Emily no pudo contenerse; se dejГі caer contra su amplio pecho, apretando la cara contra su camisa.

―¿Qué voy a hacer? ―jadeó―. Los impuestos me arruinarán el negocio antes incluso de empezar.

―Ni hablar ―dijo Daniel―. Eso no pasará. Trevor Mann nunca ha mostrado interés alguno en tu propiedad hasta que apareciste y la convertiste en algo de deseable. Simplemente está celoso de que tu casa sea mucho mejor que la suya.

Emily intentГі reГ­rse de su broma, pero lo Гєnico que consiguiГі fue emitir un gorgoteo hГєmedo. La idea de dejarlo y volver a Nueva York como un fracaso pesaba en su mente.

―Pero tiene razón ―repuso ella―. El hostal nunca funcionará.

―No hables así ―la regañó Daniel―. Todo irá bien. Yo creo en ti.

―¿De verdad? ―preguntó―. Porque yo casi no lo hago.

―Bueno, pues quizás sea el momento de empezar a hacerlo.

Emily alzГі la vista para mirarlo a los ojos y su expresiГіn decidida le hizo sentir que quizГЎs sГ­ que pudiera hacerlo.

―Ey ―dijo Daniel, y sus ojos brillaron de repente llenos de travesuras―. Tengo algo que quiero enseñarte.

No parecГ­a nada desanimado por la melancolГ­a de Emily. La cogiГі de la mano y tirГі de ella entre el pГєblico, llevГЎndola en direcciГіn al puerto deportivo. Se dirigieron juntos hacia la dГЎrsena.

―¡Tachán! ―exclamó, haciendo un gesto hacia el precioso barco restaurado que se mecía sobre el agua.

La Гєltima vez que Emily habГ­a visto aquel barco, a duras penas estaba en condiciones para echarse a la mar, pero ahora brillaba como si fuese nuevo.

―No me lo puedo creer ―tartamudeó―. ¿Has arreglado el barco?

Daniel asintiГі.

―Sí. Le he dedicado mucho tiempo y esfuerzo.

―Se nota.

RecordГі cГіmo Daniel le habГ­a dicho que habГ­a chocado con alguna especie de barrera mental en su restauraciГіn del barco, que no sabГ­a por quГ© pero no se sentГ­a capaz de seguir trabajando en Г©l. Verlo ahora hacГ­a que se sintiera profundamente orgullosa, no sГіlo por la belleza que Daniel le habГ­a devuelto a la nave, sino porque habГ­a conseguido superar cualquiera que fuese el problema que lo habГ­a estado frenando. Le devolviГі la sonrisa, sintiendo un cosquilleo de felicidad en su interior.

Pero al mismo tiempo sintiГі un atisbo de tristeza; allГ­ habГ­a otro medio de transporte mГЎs que podГ­a alejar a Daniel de ella. Daniel siempre estaba en movimiento, ya fuera con sus largos paseos en moto por los acantilados o con los viajes a las ciudades cercanas en su camioneta. Le resultaba tan evidente que querГ­a ver mundo y explorar que ni siquiera le cabГ­a duda alguna. SabГ­a que, tarde o temprano, Daniel necesitarГ­a dejar Sunset Harbor. Si ella se irГ­a con Г©l cuando llegase el momento era algo que todavГ­a no habГ­a decidido.

Daniel le dio un codazo juguetГіn.

―Debería darte las gracias.

―¿Por qué? ―preguntó Emily.

―Por el motor.

HabГ­a sido ella quien le habГ­a comprado el motor nuevo a modo de gracias por toda la ayuda que Daniel le habГ­a ofrecido en la preparaciГіn del hostal, ademГЎs de ser un intento para animarlo a restaurar el barco.

―No es nada ―contestó, preguntándose si aquel regalo acabaría mordiéndole el trasero. Preguntándose si el hecho de restaurar el barco despertaría el anhelo de Daniel de ponerse en marcha.

―Así que ―continuó Daniel, señalando el barco―, he pensado que, a modo de gracias, deberías acompañarme en el viaje inaugural.

―¡Oh! ―dijo Emily, sorprendida por la propuesta―. ¿Quieres ir a dar una vuelta en barco? ¿Ahora? ―No pretendía sonar tan estupefacta.

―A menos que no quieras ―repuso Daniel, frotándose el cuello con aire incómodo―. Simplemente he pensado que podríamos tener una cita.

―Sí, desde luego ―dijo Emily.

Daniel subiГі a bordo de un salto y le tendiГі la mano. Emily la aceptГі y dejГі que la guiase. El barco se meciГі debajo de ella, haciendo que trastabillara.

Daniel encendiГі el motor y guiГі el barco fuera del puerto deportivo, saliendo al ocГ©ano lleno de reflejos. Emily respirГі profundamente el aire marino, mirando cГіmo Daniel marcaba el rumbo por el agua. ParecГ­a tan en casa timoneando el barco, del mismo modo en que su moto parecГ­a convertirse en una extensiГіn de su propio cuerpo. Era la clase de hombre que disfrutaba del movimiento continuo, y al mirarlo ahora Emily podГ­a ver lo viveza y felicidad que se adueГ±aban de Г©l cuando iba en busca de la aventura.

Aquel pensamiento aumentГі su melancolГ­a. El deseo de Daniel de explorar el mundo era algo mГЎs que un sueГ±o; era una necesidad. Era imposible que pudiera quedarse en Sunset Harbor durante mucho mГЎs tiempo. Y Emily tampoco habГ­a decidido cuГЎnto iba a quedarse ella. QuizГЎs su relaciГіn estuviese condenada. QuizГЎs sГіlo serГ­a algo fugaz, un momento perfecto congelado en el tiempo. La idea le revolviГі el estГіmago de pura desesperaciГіn.

―¿Qué ocurre? ―preguntó Daniel―. No te estarás mareando, ¿verdad?

―Puede que un poco ―mintió Emily.

AlzГі la vista y vio que se estaban dirigiendo hacia una pequeГ±a isla en la que habГ­a poco mГЎs que un par de ГЎrboles y un faro abandonado. Se irguiГі, sorprendida.

―¡Oh, Dios! ―exclamó.

―¿Qué pasa? ―preguntó Daniel. Se podía oír el pánico en su voz.

―¡Mi padre tenía un cuadro de esa isla en nuestra casa de Nueva York!

―¿Estás segura?

―¡Al cien por cien! ¡No me lo puedo creer! Nunca me había dado cuenta de que fuera un cuadro de un lugar real.

Daniel abriГі mucho los ojos. ParecГ­a tan sorprendido por la coincidencia como Emily.

Sus preocupaciones se desvanecieron ante aquella inesperada sorpresa y Emily se apresurГі en quitarse las deportivas y los calcetines. SaltГі del barco casi antes de que Г©ste llegase a tierra y las olas le lamieron las espinillas con un agua frГ­a que a duras penas sintiГі. SaliГі corriendo del agua hasta llegar a la arena hГєmeda de la playa y un poco mГЎs allГЎ antes de detenerse y levantar las manos, formando un rectГЎngulo con los dedos y los pulgares y cerrando un ojo. CambiГі un poco de posiciГіn para que el faro quedara a la derecha con el sol junto a Г©l y el vasto ocГ©ano extendiГ©ndose al otro lado. ВЎY sГ­! ВЎEra exactamente el mismo ГЎngulo del cuadro que habГ­a colgado en su hogar!

No le sorprendГ­a que su padre hubiese tenido un cuadro como aquel, a fin de cuenta las antigГјedades lo habГ­an obsesionado, obras de arte incluidas; lo que la sorprendГ­a era que aquel cuadro hubiese conseguido llegar hasta la casa familiar. A su madre siempre se le habГ­a dado muy bien mantener sus vidas de Sunset Harbor y de Nueva York estrictamente separadas, como si tan solo pudiera soportar los absurdos pasatiempos de su marido durante dos semanas al aГ±o, y aquello bajo la estricta condiciГіn de que fuese fuera de su vista y de que no invadiese bajo ningГєn concepto su casa limpia y ordenada. AsГ­ que, ВїcГіmo demonios habГ­a conseguido su padre que accediese a colgar un cuadro del faro en la casa? ВїQuizГЎs porque estaba camuflado como un lugar imaginario y su madre nunca se habГ­a percatado de que en realidad era una imagen de Sunset Harbor? Emily sonriГі para sГ­, preguntГЎndose si su padre habГ­a sido realmente tan astuto.

―Ey ―dijo Daniel, devolviéndola al presente. Emily se giró y lo vio cargando con una cesta y cruzando la arena húmeda en su dirección―. ¡Has salido corriendo!

―Perdona ―contesto ella, apresurándose a echarle una mano―. ¿Qué hay dentro? Pesa una tonelada.

Cargaron juntos de la cesta hasta la playa y Daniel abriГі los cierres que mantenГ­an la tapa en su sitio, extrayendo una manta a cuadros y extendiГ©ndola sobre la arena.

―Mi señora ―dijo.

Emily se riГі y se sentГі en la manta. Daniel empezГі entonces a sacar distintos platos de la cesta, incluyendo queso y fruta, y al final de todo una botella de champГЎn de y dos copas.

―¡Champán! ―exclamó Emily―. ¿Es una ocasión especial?

Daniel se encogiГі de hombros.

―En realidad no, pero se me ha ocurrido que debíamos celebrar que hayas recibido a tu primer huésped.

―No me lo recuerdes ―pidió Emily con un gemido.

Daniel le quitГі el corcho a la botella y le sirviГі una copa a cada uno.

―Por el señor Kapowski.

Emily brindГі con Г©l, distendiendo los labios en una sonrisa.

―Por el señor Kapowski. ―Tomó un sorbo, dejando que las burbujas le cosquillearan en la lengua.

―Todavía no tienes confianza en todo esto, ¿verdad? ―dijo Daniel.

Se encogiГі de hombros, centrando la mirada en el lГ­quido de su copa. Lo hizo girar y observГі cГіmo cambiaba la trayectoria de las burbujas en su interior, agitadas por el gesto, antes de volver a la normalidad.

―Simplemente no tengo mucha fe en mí misma ―respondió al fin con un profundo suspiro―. Nunca antes he logrado nada importante.

―¿Qué hay de tu trabajo en Nueva York?

―Me refiero a nada que haya deseado de verdad.

Daniel moviГі las cejas.

―¿Y qué hay de mí?

Emily no pudo contener una sonrisita.

―No me pareces un logro tan importante…

―Pues deberías ―contestó él, jovial―. Un tipo tan estoico como yo. No soy precisamente el hombre más fácil de encandilar del mundo.

Emily se riГі y despuГ©s le plantГі un beso largo y opulento en los labios.

―¿A qué ha venido eso? ―dijo Daniel una vez que se hubo apartado.

―A modo de gracias. Por todo esto. ―Señaló el pequeño pícnic que había extendido frente a ellos con la cabeza―. Por estar aquí.

Daniel pareciГі dudar por un segundo, y Emily supo por quГ©: era porque nunca podrГ­a comprometerse por completo a estar presente. Llevaba el deseo de viajar en las venas, y en algГєn momento tendrГ­a que darle rienda suelta.

ВїY quГ© habГ­a de Emily misma? Ella tampoco habГ­a planeado en firme lo de quedarse en Sunset Harbor. Ya llevaba allГ­ seis meses, lo cual habГ­a sido mucho tiempo manteniГ©ndose lejos de Nueva York, lejos de su casa y de sus amigos. Y, aun asГ­, en aquel momento, con el sol poniГ©ndose a lo lejos y lanzando rayos rosados y anaranjados por el cielo, no se le ocurrГ­a ningГєn otro lugar en el que prefiriese estar. TenГ­a la sensaciГіn de estar viviendo en el paraГ­so. QuizГЎs sГ­ que pudiera convertir Sunset Harbor en su hogar, y quizГЎs Daniel querrГ­a asentarse con ella. Era imposible adivinar el futuro; tendrГ­a que hacer frente a los dГ­as segГєn fuesen llegando. Lo mГ­nimo que podГ­a hacer era quedarse hasta que se le acabase el dinero, y si se esforzaba lo suficiente y conseguГ­a que el hostal fuese sostenible, cabГ­a la posibilidad de que aquel dГ­a tardase muchГ­simo en llegar.

―¿En qué estás pensando? ―preguntó Daniel.

―En el futuro, supongo ―contestó.

―Ah ―dijo él, mirándose el regazo.

―¿No es un buen tema de conversación? ―lo interrogó Emily.

Daniel se encogiГі de hombros.

―No siempre. ¿No es mejor disfrutar el momento sin más?

Emily no estuvo segura de cГіmo tomarse aquella frase. ВїEra una muestra del deseo de Daniel por marcharse de allГ­? Si el futuro no era un buen tema de conversaciГіn, Вїse debГ­a a que ya habГ­a previsto los corazones rotos que los esperaban mГЎs adelante?

―Supongo ―dijo Emily en voz baja―. Pero a veces es imposible no pensar en lo que habrá más adelante. No hay nada de malo en hacer planes, ¿no te parece? ―Estaba intentando animarlo con suavidad, hacer que le ofreciera algo de información, cualquier cosa que la hiciera sentir más segura en su relación.

―En realidad no ―fue la respuesta de Daniel―. Me esfuerzo mucho por mantener mi mente siempre en el presente, por no preocuparme por el futuro ni obsesionarme con el pasado.

A Emily no le gustaba la idea de que Daniel se preocupase por el futuro de ambos, y tuvo que contenerse para no exigir exactamente quГ© era lo que le preocupaba.

―¿Y hay mucho de lo que obsesionarse? ―preguntó en su lugar.

Daniel no le habГ­a hablado mucho de su pasado. Emily sabГ­a que habГ­a viajado bastante, que sus padres estaban divorciados, que su padre se habГ­a dado a la botella y que Daniel consideraba al padre de Emily responsable de otorgarle un futuro.

―Oh, sí ―dijo éste―. Muchísimo.

VolviГі a guardar silencio. Emily querГ­a que continuase hablando, pero notГі que aquello no era algo que Daniel pudiese hacer. Se preguntГі si Г©l serГ­a consciente de lo mucho que ansiaba ser la persona ante la que se abriese.

Pero con Daniel, todo giraba alrededor de la paciencia. HablarГ­a cuando estuviese listo, si es que llegaba a estarlo algГєn dГ­a.

Y si aquel dГ­a llegaba, Emily esperaba seguir estando allГ­ para escuchar.




CAPГЌTULO CUATRO


A la maГ±ana siguiente Emily se despertГі temprano, decidida a no volver a fallar en la preparaciГіn del desayuno. OyГі cГіmo se abrГ­a la puerta del dormitorio de invitados a las siete en punto, cerrГЎndose de nuevo con suavidad y seguido por el sonido de los pasos del seГ±or Kapowski bajando la escalera. Emily saliГі de dГіnde habГ­a estado haciendo tiempo en el pasillo y esperГі al pie de los escalones, mirГЎndolo desde abajo.

―Buenos días, señor Kapowski ―lo saludó con confianza y una sonrisa agradable en el rostro.

El seГ±or Kapowski se sobresaltГі.

―Oh. Buenos días. Estás despierta.

―Sí ―dijo Emily, manteniendo el tono confiado a pesar de que no se sentía así ni por asomo―. Quería disculparme por lo de ayer, por no estar preparada para hacerle el desayuno. ¿Ha dormido bien? ―Notó las ojeras que le rodeaban los ojos.

El seГ±or Kapowski dudГі un segundo y se metiГі las manos en los bolsillos del traje arrugado con aire nervioso.

―Um… en realidad no ―contestó al fin.

―Oh, vaya ―dijo Emily, preocupada―. Espero que no haya sido por la habitación.

El seГ±or Kapowski se agitГі incГіmodo y se frotГі el cuello como si tuviera algo mГЎs que decir pero no supiera cГіmo hacerlo.

―De hecho ―logró pronunciar―, la almohada tenía bastantes bultos.

―Lo siento muchísimo ―se disculpó Emily, frustrada consigo mismo por no haber probado la almohada de antemano.

―Y, um… las toallas son ásperas.

―¿De verdad? ―dijo inquieta―. ¿Por qué no viene a sentarse en el comedor ―le propuso, luchando para que el pánico no se le reflejase en la voz― y me dice qué no ha sido de su agrado?

Lo llevГі hasta el gran comedor y descorriГі las cortinas, dejando que la pГЎlida luz de la maГ±ana llenase la habitaciГіn e hiciera destacar los lirios de Raj, cuyo olor flotaba en la sala. La superficie de la larga mesa de caoba de estilo banquete reflejГі la luz. A Emily le encantaba aquella habitaciГіn; era tan opulenta, tan sofisticada y ornamentada. HabГ­a sido la habitaciГіn perfecta en la que hacer lucir la vajilla antigua de su padre, y la habГ­a colocado en una vitrina tallada con la misma oscura madera caoba de la que estaba hecha la mesa.

―Así está mejor ―comentó, manteniendo un tono animado y ligero―. Y ahora, ¿qué tal si me habla de su habitación para que podamos solucionar los problemas?

El seГ±or Kapowski pareciГі incГіmodo, casi como si no quisiera hablar.

―En realidad no es nada. No son más que la almohada y las toallas. Y puede que el colchón sea muy duro y, eh… un poco demasiado fino.

Emily asintiГі, actuando como si aquellas palabras no le estuvieran llenando el corazГіn de angustia.

―Pero en realidad está muy bien ―añadió el señor Kapowski―. Es que tengo el sueño ligero.

―Bien, de acuerdo ―dijo Emily, comprendiendo que forzarlo a hablar era peor que dejarlo insatisfecho con su habitación―. Bueno, ¿qué puedo prepararle de desayuno?

―Huevos y beicon, si no es mucho pedir ―solicitó él―. Fritos. Y unas tostadas. Con champiñones. Y tomates.

―Sin problemas ―contestó Emily, preocupada por si no tenía todos los ingredientes que había mencionado.

Se apresurГі hacia la cocina, despertando al instante a Mogsy y Lluvia. Ambos perros empezaron a ladrar pidiendo su desayuno, pero Emily ignorГі sus gimoteos y corriГі hacia la nevera, comprobando lo que habГ­a dentro. Se sintiГі aliviada al ver que tenГ­a beicon, aunque no habГ­a ni rastro ni de champiГ±ones ni de tomates. Al menos tenГ­a en la panera pan excedente del que Karen, la mujer de la tienda de ultramarinos, habГ­a traГ­do el otro dГ­a y podГ­a conseguir huevos gracias a Lola y Lolly.

Lamentando los zapatos que habГ­a elegido ponerse, Emily cruzГі a toda prisa la puerta trasera hasta salir a la hierba hГєmeda de rocГ­o y se acercГі al gallinero. Lola y Lolly estaban paseГЎndose por su jaula, y las dos ladearon la cabeza al oГ­r cГіmo se acercaban sus pasos, seguramente esperando que les ofreciera maГ­z fresco.

―Todavía no, mis pichoncitos ―les dijo Emily―. El señor Kapowski va primero.

Las gallinas la picotearon para mostrar su frustraciГіn mientras Emily iba a la caseta en la que ponГ­an los huevos.

―Tienes que estar bromeando ―musitó cuando miró dentro y no encontró nada. Se giró para mirar a las gallinas con las manos en las caderas―. De todos los días en los que podíais no poner huevos, ¡tenía que ser hoy!

Entonces recordó todos los huevos escalfados con los que había practicado el día anterior. ¡Debía de haber usado al menos cinco! Alzó las manos con impotencia. «¿Por qué hizo Daniel que me pusiera a escalfar huevos?», pensó frustrada.

VolviГі dentro, decepcionada ante la perspectiva de no ir a poder ofrecer tampoco hoy el desayuno que querГ­a el seГ±or Kapowski, y empezГі a freГ­r el beicon. ParecГ­a ser incapaz de llevar a cabo incluso las tareas mГЎs sencillas, bien fuera por su ansiedad o por la falta de experiencia: derramГі el cafГ© sobre la encimera y despuГ©s dejГі el beicon al fuego demasiado tiempo, por lo que los bordes quedaron demasiado hechos y ennegrecidos. La tostadora nueva, que sustituГ­a a la que habГ­a explotado y habГ­a dejado la cocina hecha un asco, parecГ­a tener unos ajustes mucho mГЎs sensibles que la anterior, y Emily hasta consiguiГі quemar las tostadas.

Cuando mirГі el producto de su trabajo, por fin colocado todo en un plato, no se sintiГі nada satisfecha. No podГ­a servir aquel desastre, asГ­ que fue al lavadero y echГі todo el plato en los cuencos de los perros. Al menos al darles de comer se ocupaba de una de sus tareas pendientes.

De nuevo en la cocina, intentГі una vez mГЎs preparar el plato que habГ­a pedido el seГ±or Kapowski. Aquella vez el resultado fue mejor: el beicon no estaba demasiado hecho y la tostada no se habГ­a quemado. SГіlo esperaba que su huГ©sped perdonase los ingredientes que faltaban.

MirГі el reloj y vio con un sobresalto que habГ­an pasado casi treinta minutos.

VolviГі corriendo al comedor.

―Aquí está, señor Kapowski ―dijo, entrando con la bandeja del desayuno―. Lamento mucho la espera.

Al acercarse a la mesa se dio cuenta de que el seГ±or Kapowski se habГ­a quedado dormido. Sin saber muy bien si sentirse aliviada o molesta, Emily dejГі la bandeja en la mesa e hizo el gesto de salir en silencio.

El seГ±or Kapowski levantГі bruscamente la cabeza.

―Ah ―dijo, mirando la bandeja―. El desayuno. Gracias.

―Me temo que no tengo huevos, tomates ni champiñones hoy.

El seГ±or Kapowski pareciГі decepcionado.

Emily saliГі al pasillo y respirГі profundamente. La maГ±ana habГ­a resultado estar llena de trabajo considerando el dinero que acabarГ­a sacando de todos sus esfuerzos. TendrГ­a que volverse algo mГЎs eficiente si querГ­a que el negocio se mantuviera, y necesitaba un plan alternativo en caso de que Lola y Lolly volvieran a no poner huevos de nuevo.

Justo entonces su huГ©sped saliГі del comedor; habГ­a pasado menos de un minuto desde que Emily le habГ­a servido la comida.

―¿Va todo bien? ―preguntó―. ¿Necesita algo?

Una vez mГЎs, el seГ±or Kapowski pareciГі reacio a hablar.

―Um… La comida está algo fría.

―Oh ―dijo Emily, entrando en pánico―. Deje que se la caliente.

―En realidad no pasa nada ―repuso el señor Kapowski―. De hecho tengo que ponerme en marcha.

―De acuerdo ―accedió Emily, sintiéndose desanimada―. ¿Tiene algún plan para hoy? ―Estaba intentando sonar como la anfitriona de un hostal en un lugar de como una mujer invadida por los nervios, aunque ella misma encajaba más en la segunda descripción.

―Oh, no, quiero decir que vuelvo a casa ―la corrigió él.

―¿Quiere decir que se va? ―Emily estaba sorprendida. Sintió cómo la recorría un escalofrío―. Pero tiene reservadas tres noches.

El seГ±or Kapowski pareciГі incГіmodo.

―Yo, eh, tengo que volver. Pero pagaré toda la reserva.

ParecГ­a tener prisa por marcharse, y cuando Emily sugiriГі no cobrarle el precio de los dos desayunos que no habГ­a comido, Г©l insistiГі en pagarlo todo y marcharse en aquel preciso momento. Emily se quedГі de pie en la puerta, mirando cГіmo se alejaba su coche y sintiГ©ndose como una fracasada.

No supo cuГЎnto tiempo estuvo frente a la puerta lamentГЎndose por el desastre que habГ­a sido su primer huГ©sped, pero al cabo de un rato oyГі cГіmo sonaba su telГ©fono dentro de la casa. Gracias a la mala seГ±al que recibГ­a la vieja casa, el Гєnico sitio en el que tenГ­a cobertura era junto a la puerta principal. De hecho tenГ­a una mesita especialmente para el telГ©fono, una preciosa antigГјedad que habГ­a rescatado de uno de los dormitorios que todavГ­a estaban cerrados. Se acercГі a ella, preparГЎndose mentalmente para quiГ©n podrГ­a ser.

No habГ­a muchas opciones agradables. Su madre no habГ­a vuelto a ponerse en contacto desde aquella emotiva llamada bien entrada la noche en la que habГ­an hablado sobre la verdad de la muerte de Charlotte y, mГЎs concretamente, sobre el papel o la falta del mismo que habГ­a interpretado Emily en su muerte. Amy tambiГ©n habГ­a mantenido las distancias desde su caballeroso intento de В«rescatarlaВ» de su nueva vida, aunque ya habГ­an hecho las paces. Ben, su exnovio, la habГ­a llamado muchas veces desde que Emily se habГ­a marchado, pero ella no habГ­a respondido a ninguna de sus llamadas y parecГ­a que la frecuencia de las mismas iba disminuyendo.

Se mentalizГі mientras miraba la pantalla. El nombre que apareciГі parpadeando fue toda una sorpresa; era Jayne, una antigua amiga de la escuela de Nueva York. ConocГ­a a Jayne desde niГ±a, y a lo largo de los aГ±os habГ­an ido desarrollando la clase de amistad en la que a veces pasaban meses antes de que volviesen a hablar, pero que en cuanto volvГ­an a reunirse era como si no hubiese pasado nada de tiempo. Jayne seguramente se habГ­a enterado de su nueva vida de labios de Amy o por algГєn cotilleo y estaba llamando para interrogarla sobre aquel cambio tan repentino.

ContestГі a la llamada.

―¿Em? ―dijo Jayne con voz agitada y la respiración alterada―. Me acabo de encontrar a Amy cuando he salido a correr. ¡Me ha dicho que te has ido de Nueva York!

Emily parpadeГі; su mente ya no estaba acostumbrada al ritmo rГЎpido que compartГ­an todas sus amistades de Nueva York al hablar. La idea de correr mientras se mantenГ­a una conversaciГіn telГ©fono le resultaba ahora de lo mГЎs rara.

―Sí, de hecho fue hace algún tiempo ―contestó.

―¿De cuánto tiempo estamos hablando? ―preguntó Jane. El ruido de sus pasos era audible desde el otro lado de la línea.

La voz de Emily se volviГі dГ©bil y adoptГі un tono de disculpa.

―Um, bueno, unos seis meses.

―¡Dios, tengo que llamarte más a menudo! ―jadeó Jayne.

Emily podГ­a oГ­r el trГЎfico de fondo, los clГЎxones de los coches y el sonido sordo de las zapatillas de deporte de Jayne mientras Г©sta corrГ­a por la acera. Aquello dibujГі una imagen muy familiar en su mente; ella misma habГ­a sido aquella persona hacia tan solo unos meses. Siempre ocupada, sin descansar nunca, con el telГ©fono siempre pegado a la oreja.

―¿Y qué tienes que contar? ―dijo Jayne―. Cuéntamelo todo. Supongo que Ben ha desaparecido de escena.

A Jayne, al igual que al resto de sus amistades y familia, Ben nunca le habГ­a gustado. HabГ­an podido ver algo frente a lo que Emily habГ­a estado ciega durante siete aГ±os: que no era el adecuado para ella.

―Completamente desaparecido ―contestó.

―¿Y ha entrado alguien nuevo? ―le preguntó Jayne.

―Puede ―repuso Emily con falsa modestia―. Pero todavía es algo nuevo y no muy seguro, así que prefiero no gafarme hablando de ello.

―¡Pero yo quiero saberlo todo! ―exclamó Jayne―. Oh, espera. Me están llamando.

Emily esperГі mientras la lГ­nea permanecГ­a en silencio. Tras un momento los ruidos de la ciudad de Nueva York por la maГ±ana volvieron a llenarle los oГ­dos cuando Jayne reconectГі su llamada.

―Lo siento, cariño ―se disculpó―. Tenía que contestar. Cosas del trabajo. Bueno, mira, ¿Amy me ha dicho que has abierto un hostal por allí?

―Ajá ―respondió Emily. Se sintió un poco tensa hablando del hostal, especialmente cuando Amy había mostrado tan abiertamente que le parecía una idea estúpida tanto aquello como el cambio total que había hecho Emily en su vida.

―¿Tienes alguna habitación disponible ahora mismo? ―preguntó Jayne.

Emily se quedГі sorprendida. No se habГ­a esperado una pregunta como aquella.

―Sí ―dijo, pensando en la habitación ahora vacía del señor Kapowski―. ¿Por qué?

―¡Porque quiero ir! ―exclamó su amiga―. Después de todo, es el fin de semana del Día de los Caídos, y necesito desesperadamente salir de la ciudad. ¿Puedo reservarla?

Emily dudГі.

―Sabes, eso no es necesario. Puedes venir y visitarnos.

―Ni hablar ―fue la respuesta de Jayne―. Quiero experimentarlo todo: las toallas limpias cada mañana, el desayuno con huevos y beicon. Quiero verte en acción.

Emily se riГі. De entre toda la gente con la que habГ­a hablado sobre su nueva aventura, Jayne estaba siendo la que mГЎs le estaba apoyando.

―Bueno, entonces deja que haga la reserva de manera oficial ―pidió―. ¿Cuánto tiempo vas a quedarte?

―No sé, ¿una semana?

―Perfecto ―repuso, sintiendo cómo algo se agitaba en su estómago―. ¿Y cuándo llegarás?

―Mañana por la mañana ―dijo Jayne―. Alrededor de las diez.

La felicidad de su estГіmago creciГі.

―De acuerdo, dame un momento mientras te introduzco en el sistema.

Algo mareada por el entusiasmo, Emily puso el teléfono en espera y fue corriendo hacia el ordenador que había en la mesa de la recepción, donde abrió el programa de reservas e introdujo la información de Jayne. Se sintió orgullosa por haber llenado técnicamente el hostal todos los días desde su inauguración, incluso si no tenía más que una habitación y había abierto el negocio hacía dos días…

Se apresurГі de vuelta al telГ©fono y recuperГі la llamada.

―De acuerdo, tienes una reserva durante una semana.

―Muy bien ―dijo Jayne―. Has sonado muy profesional.

―Gracias ―contestó Emily con timidez―. Todavía me estoy acostumbrando a todo. Mi último huésped ha sido un desastre.

―Me lo puedes contar todo mañana ―dijo Jayne―. Será mejor que cuelgue; voy a llegar a mi décima milla y será mejor que ahorre el aliento. ¿Te veo mañana?

―Me muero de ganas ―repuso Emily.

La llamada se cortГі y Emily sonriГі para sГ­. No se habГ­a dado cuenta de lo mucho que echaba de menos a su vieja amiga hasta que habГ­a hablado con ella. Ver a Jayne serГ­a un antГ­doto magnГ­fico para el desastre que habГ­a resultado ser el seГ±or Kapowski.




CAPГЌTULO CINCO


Agotada por su larga y desastrosa maГ±ana, Emily se encontrГі cada vez mГЎs sumida en la tristeza. AllГ­ donde mirase veГ­a problemas y errores; una pared mal pintada, una lГЎmpara mal fijada, un mueble que no encajaba. Antes todo le habГ­a parecido una peculiaridad, pero ahora aquellos detalles la molestaban.

SabГ­a que necesitaba ayuda y consejos profesionales. No habГ­a sido nada realista al pensar que podГ­a llevar ella sola un hostal.

DecidiГі llamar a Cynthia, la dueГ±a de la librerГ­a y una persona que habГ­a gestionado un hostal en su juventud, y pedirle consejo.

―Emily ―la saludó Cynthia al descolgar―. ¿Cómo estás, querida?

―Fatal ―fue su respuesta―. Estoy teniendo un día horrible.

―¡Pero si sólo son las siete y media! ―exclamó Cynthia―. ¿Cómo puede ser tan malo?

―Es completamente horrible ―repuso―. Mi primer huésped acaba de irse. El primer día no llegué a tiempo de prepararle el desayuno, y el segundo no tenía suficientes ingredientes y ha dicho que la comida estaba fría. No le han gustado ni la almohada ni las toallas. No sé qué hacer. ¿Puedes ayudarme?

―Voy ahora mismo ―dijo Cynthia, sonando encantada ante la perspectiva de repartir algo de sabiduría.

Emily saliГі para esperarla y se sentГі en el porche, esperando que la luz del sol, o al menos la vitamina D, la animase un poco. La cabeza le pesaba tanto; la dejГі caer entre las manos.

AlzГі la vista al oГ­r el crujido de la grava y vio a Cynthia acercГЎndose en su bicicleta.

Aquella bicicleta oxidada era tanto una imagen de lo mГЎs comГєn y bastante inolvidable en Sunset Harbor, principalmente porque la mujer que iba sentada al sillГ­n tenГ­a el cabello encrespado y teГ±ido de naranja y vestГ­a conjuntos llamativos y nada coordinados. Y, para volverlo todo todavГ­a mГЎs raro, Cynthia habГ­a fijado hacГ­a poco una cesta de mimbre a la parte frontal de la bicicleta y en ella llevaba a Tormenta, el cachorro de Mogsy que habГ­a adoptado. Cynthia Jones era, en muchos sentidos, una atracciГіn turГ­stica por sГ­ misma.

Emily se alegrГі de verla, aunque el gran sombrero de verano de puntos rojos que llevaba la mujer hacГ­a que le doliesen un poco los ojos. SaludГі a su amiga con la mano y esperГі a que llegase hasta ella.

Entraron dentro y Cynthia no perdiГі ni un segundo; empezГі a acribillar a Emily a preguntas mientras subГ­an las escaleras, buscando informaciГіn desde la presiГіn del agua hasta saber si estaba sirviendo comida orgГЎnica y a quiГ©n se la estaba comprando. Para cuando llegaron a la habitaciГіn libre, a Emily ya le daba vueltas la cabeza.

Hizo pasar a Cynthia. La habitaciГіn, en su opiniГіn, era preciosa. HabГ­a un pequeГ±o entrepiso en un extremo en el que habГ­a puesto un cГіmodo sofГЎ de cuero para que los huГ©spedes pudieran sentarse y admirar la imagen del ocГ©ano y la habitaciГіn estaba decorada principalmente en blanco con acentos azules, incluyendo una alfombra de piel de oveja y muebles de madera de pino desgastada.

―La cama es demasiado pequeña ―dijo Cynthia al instante―. ¿Una doble estándar? ¿Estás loca? Necesitas algo enorme y opulento. Algo de lujo, algo que no puedan permitirse habitualmente. Has hecho que la habitación parezca un dormitorio de exposición.

―Creía que ése era el objetivo ―se defendió Emily débilmente.

―¡Para nada! ―exclamó Cynthia―. ¡Necesitas que parezca un palacio! ―Se paseó por el dormitorio, tanteando las sábanas―. Demasiado ásperas ―continuó―. Tus huéspedes se merecen dormir en una cama que parezca de seda. ―Se acercó a la ventana―. Las cortinas son demasiado oscuras.

―Oh ―dijo Emily―. ¿Algo más?

―¿Cuántas habitaciones tienes?

―Bueno, ésta es la que más lista está. Hay otras dos que sólo necesitan algunos muebles más, y muchísimas que todavía no he conseguido ni limpiar. Todo el tercer piso podría convertirse.

Cynthia asintiГі y se dio unos golpecitos en la barbilla con el dedo. ParecГ­a estar planificando algunas ideas, pensГі Emily, puede que incluso algГєn gran plan para el hostal que a ella le resultarГ­a imposible llevar a cabo.

―Enséñame el comedor ―ordenó Cynthia.

―Um… vale…

Volvieron al primer piso y, a cada paso que daba, el pavor de Emily crecГ­a. Empezaba a lamentar su decisiГіn de pedirle ayuda a Cynthia. Si el seГ±or Kapowski habГ­a hecho mella en su frГЎgil ego, Cynthia lo estaba haciendo aГ±icos con una maza.

―No, no, no, no, no ―dijo Cynthia mientras analizaba el comedor.

―Creía que te encantaba la sala ―argumentó Emily, perturbada. La última vez que había estado allí desde luego había disfrutado de la comida de cinco platos y de los cócteles que Emily misma había preparado, ni más ni menos.

―Y me encanta. ¡Para celebrar cenas! ―exclamó ésta―. Pero ahora tienes que convertirlo en el comedor de un hostal, con mesas pequeñas para que los invitados puedan comer solos. ¡No puedes sentarlos a todos en una gran mesa como ésta!

―Había pensado en crear una sensación de comunidad ―tartamudeó Emily a la defensiva―. Intentaba hacer algo distinto.

―Cariño ―dijo Cynthia―, ni lo intentes. Ahora no. Quizás cuando el negocio lleve diez años abierto y te hayas establecido y tengas buenos ingresos, podrás empezar a experimentar. Pero ahora no te queda más elección que hacerlo tal y como esperan tus huéspedes. ¿Lo comprendes?

Emily asintiГі de mala gana. No sabГ­a si llegarГ­a a cumplir esos diez aГ±os. SГіlo habГ­a considerado el hostal a corto plazo, y ahora parecГ­a que Cynthia querГ­a que invirtiera de verdad en Г©l, que lo convirtiese en algo a largo plazo y sostenible. Empezaba a sonar caro, y Emily no podГ­a permitirse nada caro. Aun asГ­ la escuchГі con paciencia mientras Cynthia continuaba con las crГ­ticas.

―No pongas lirios; hacen pensar a la gente en funerales. Y oh, por Dios, eso tendrá que ir en otro sitio. ―Estaba mirando el gallinero por la ventana―. A todo el mundo le gustan los huevos de granja, ¡pero no ver a esos sucios bichos que los ponen!

Para cuando se fue, Emily se sentГ­a peor que antes. VolvГ­ a sentarse en el porche, examinando la lista de cosas que Cynthia le habГ­a dejado para que hiciese. En aquel momento Daniel llegГі a casa, subiendo por el camino de grava hacia ella.

―No tienes ni idea de lo mucho que me alegro de verte ―dijo Emily alzando la vista―. Mi día ha empezado a ser un asco nada más salir de la cama.

Daniel se sentГі junto a ella en el porche.

―¿Y eso?

Emily le relatГі la historia con el seГ±or Kapowski, cГіmo Lola y Lolly habГ­an fracasado en lo Гєnico que se suponГ­a que debГ­an hacer, le hablГі de los bonitos zapatos que habГ­a echado a perder corriendo entre los excrementos de gallina y del beicon quemado, y terminГі con la marcha del seГ±or Kapowski y con las crГ­ticas de Cynthia.

―Y ahora respira ―le dijo Daniel con una sonrisita cuando hubo acabado.

―No te rías de mí. ―Emily hizo un mohín―. Ha sido un día muy difícil y me vendría bien tu apoyo.

Daniel se riГі entre dientes.

―Algún día recordarás todo esto y verás el lado divertido. Me refiero a en cuanto todo esto haya pasado y manejes el hostal con más éxito de todo Maine.

―Dudo que eso llegue a pasar ―dijo Emily, abandonándose todavía más a su humor sombrío. Ni siquiera lograba imaginar que su hostal se convirtiera en un éxito, y no estaba ni segura de ir a poder mantenerlo abierto a corto plazo―. Lo peor es que sé que los dos tienen razón ―añadió―. Esto no se me da lo bastante bien. Y tengo que hacer todos los cambios que ha sugerido Cynthia. El hostal que manejó de joven era el mejor de Maine; sería una idiota de no acepto sus consejos.

―¿Cuánto habría que hacer? ―preguntó Daniel.

―Mucho. Cynthia dice que debo tener listas otras dos habitaciones cuanto antes mejor y que tienen que estar decoradas en otros colores y tener precios distintos para que los huéspedes sientan que pueden elegir, sentir que tienen el control. Dice que lo más seguro es que la gente se decida por la habitación que tenga el precio medio; no querrán parecer tacaños frente a sus parejas, pero siempre habrá alguien que elegirá siempre lo más barato y otros que elegirán siempre lo más caro.

―Guau ―dijo Daniel―. No me había dado cuenta de que hubiese que planificarlo todo tanto.

―Yo tampoco ―repuso Emily―. Me he metido en todo esto a ciegas. Pero quiero hacer que funcione.

―¿Y qué tienes que cambiar? ¿Cuánto tiempo llevará?

―Pues casi todo ―contestó de mal humor―. Y tengo que hacerlo tan pronto como sea posible. Esto me costará el resto de mis ahorros. He hecho cálculos y sólo me quedará suficiente para mantener el hostal abierto hasta el cuatro de julio. Así que un mes.

NotГі al instante el cambio en el lenguaje corporal de Daniel, el modo en que se apartaba casi de manera imperceptible de ella. Era muy consciente de que acababa de poner un lГ­mite temporal a su romance ademГЎs de a su negocio, y parecГ­a que Daniel ya empezaba a poner espacio entre ellos, aunque no fueran mГЎs que unos centГ­metros.

―¿Y qué vas a hacer? ―le preguntó.

―Voy a ir a por todas ―contestó ella con decisión.

Daniel sonriГі y asintiГі.

―¿Por qué hacerlo sólo a medias?

La rodeГі con el brazo y Emily se apoyГі contra Г©l, aliviada de que hubiese vuelto a hacer desaparecer una vez mГЎs la distancia entre ellos. Pero no iba a olvidar fГЎcilmente cГіmo se habГ­a apartado.

HabГ­a puesto en marcha la cuenta atrГЎs en su relaciГіn, y el tiempo corrГ­a.




CAPГЌTULO SEIS


―Esta cómoda sería perfecta para la habitación pequeña ―dijo Emily, pasando los dedos sobre la cómoda de pino mientras miraba a Daniel.

El corazГіn se le acelerГі al enamorarse, como siempre hacГ­a, de los tesoros que se ocultaban en la tienda de antigГјedades de Rico. NotГі cГіmo Daniel tambiГ©n se entusiasmaba mientras miraba el mueble; el que aquel fuera su lugar favorito para tener citas era todo un extra.

Ambos disfrutaban de la excitaciГіn de descubrir objetos raros y exГіticos para el hostal, pero tambiГ©n les encantaba la infinita fuente de entretenimiento que era el anciano olvidadizo. Aunque la memoria a corto plazo de Rico no era de fiar, su capacidad para recordar el pasado no tenГ­a parangГіn, y a menudo se lanzaba a explicar anГ©cdotas inesperadas sobre la gente del pueblo, o daba lecciones de historia sobre Sunset Harbor mismo. A menudo a todo aquello tambiГ©n se sumaba Serena, quien, a pesar de ser quince aГ±os mГЎs joven que Emily, Г©sta consideraba una buena amiga.

En aquel momento Emily alzГі la vista y vio un exquisito espejo de tocador con marco dorado.

―Oh, y eso también iría a la perfección.

Se abriГі paso por la tienda, con Daniel siguiГ©ndola mientras saltaba de un guardarropa al siguiente. Emily iba apuntando los precios y los nГєmeros de las etiquetas de todo aquello que le interesaba, asГ­ al final podrГ­a darle la lista a Rico. DespuГ©s de todo estaba haciendo bastantes compras, y lo mejor serГ­a no confundir al pobre hombre.

―¿Qué tal esto? ―le preguntó a Daniel, mirando una gran cama con dosel―. Cynthia dijo que las camas tienen que ser más grandes. Que tengo que conseguir que mis huéspedes se sientan como de la realeza.

Daniel cruzГі la tienda desde donde habГ­a estado examinando algunos bebederos de piedra para pГЎjaros y se detuvo junto a ella.

―Guau. Quiero decir, sí, desde luego tus huéspedes se sentirán como de la realeza si duermen en eso. Es gigantesca. ¿Ya cabrá?

Emily sacГі la cinta de medir y empezГі a tomar notas de las dimensiones de la cama, consultando despuГ©s el diagrama que llevaba en el bolsillo. HabГ­a escrito el tamaГ±o de todo para asegurarse de que sГіlo compraba muebles que encajarГ­an a la perfecciГіn en las habitaciones. Su plan era ceГ±irse inicialmente a la renovaciГіn de las otras dos habitaciones, invirtiendo todo el dinero que le quedaba en conseguir que fueran todo lo perfectas posible, y despuГ©s pasarГ­a rГЎpidamente a ocuparse de las otras veinte habitaciones en cuanto el dinero de las primeras tres empezase a fluir, con lo que cubrirГ­a el lado mГЎs barato del mercado.

―¡Sí, encajaría en la suite nupcial! ―Sonrió de oreja a oreja. Aquella preciosa cama la estaba entusiasmando. La sencilla idea de poseerla y ponerla en una de sus habitaciones provocaba toda una avalancha de emociones.

Daniel mirГі la etiqueta con el precio.

―¿Has visto lo cara que es?

Emily se inclinГі y leyГі la etiqueta.

―En el siglo quince perteneció a un noble noruego ―leyó en voz alta―. Claro que va a ser cara.

Daniel le dirigiГі una mirada perpleja.

―¿Y por qué no te preocupa? La Emily que conozco ya estaría hiperventilando.

―Ja, ja ―repuso ella con sequedad, aunque sabía que Daniel estaba diciendo la verdad. Era una de esas personas que siempre estaban preocupándose, pero en aquella ocasión algo había cambiado. Quizás fuera el tiempo que corría en su contra, el modo en que se avecinaba la campana que marcaría el final o cómo la arena caía en el reloj de su relación, pero había algo en aquella finalidad que le había hecho deshacerse de las precauciones―. Hay que gastar dinero para ganar dinero, ¿no? ―dijo con audacia―. Si me pongo a escatimar ahora, acabaré pagándolo más adelante. El hostal implosionará.

―Eso es un poco dramático ―dijo Daniel riéndose―. Pero entiendo a lo que te refieres. Tienes que hacer ahora la inversión, sentar las bases.

Emily respirГі profundamente.

―Vale, de acuerdo. Estoy lista ahora que te tengo de mi lado.

La idea de gastar todo el dinero de sus ahorros y de acabar haciendo equilibrios tan cerca de la bancarrota no era algo que le apeteciera hacer. Ella nunca habГ­a sido asГ­, nunca habГ­a sido impulsiva; normalmente era cuidadosa y lo consideraba todo, midiendo los pros y los contras de todas las situaciones antes de comprometerse, o al menos asГ­ habГ­a sido antes de que dejase dramГЎticamente su trabajo, su apartamento y su novio en Nueva York y saliera huyendo a Maine. QuizГЎs fuera mГЎs impulsiva de lo que habГ­a creГ­do. O quizГЎs fuera un rasgo que empezaba a salir a la luz a medida que envejecГ­a. ВїEra asГ­ como Cynthia habГ­a acabado siendo tan excГ©ntrica? ВїHabГ­a aГ±adido mГЎs colores luminosos a su guardarropa con cada aГ±o que pasaba y se habГ­a ido tiГ±endo el pelo de tonos cada vez mГЎs extraГ±os? A pesar de lo mucho que querГ­a a su amiga, Emily no pudo evitar estremecerse ante la idea de convertirse en ella.

ObligГі a su mente a dejar de buscar comparaciones entre sГ­ misma y la anciana y volviГі a centrarse en la tarea que tenГ­a entre manos.

―Supongo que voy a comprarla ―le dijo a Daniel, casi deseando en silencio que él le dijera que no, que le diese una excusa para no hacerlo.

―Genial ―fue toda la respuesta de éste.

En aquel momento se acercГі Rico.

―Ellie ―la saludó con una gran sonrisa―. Qué placer verte. ―Al anciano siempre le costaba recordar su nombre.

―Hola, Rico ―contestó Emily―. ¿Tienes más camas con dosel como ésta? ―Recordó la habitación oculta que Rico le había enseñado, el lugar en el que guardaba las piezas más grandes y a menudo más caras que no le resultaba fácil mover. Aquella sala contenía tesoros en abundancia, incluso más de los que había habido en la enorme mansión de su padre.

―Por supuesto ―dijo Rico, dándole una palmadita en el brazo con una mano marchita―. Están atrás. ¿Sabes dónde es?

Emily asintiГі. Rico les habГ­a enseГ±ado a Daniel y a ella el pasillo secreto varios dГ­as antes.

―En ese caso, ves a echar un vistazo ―la invitó el anciano―. Confío en ti.

Emily sonriГі para sГ­, preguntГЎndose cГіmo podГ­a confiar en ella cuando ni siquiera recordaba su nombre. Daniel y ella se adentraron en el pasillo sinuoso y mal iluminado y entraron en la enorme habitaciГіn trasera. Al igual que la Гєltima vez que habГ­a estado allГ­, Emily se quedГі casi sin aliento por el frГ­o y se vio superada por el puro tamaГ±o de la sala. Era como entrar en una cueva o una caverna. TemblГі y se abrazГі a sГ­ misma. Daniel se percatГі del gesto y la acercГі mГЎs a Г©l, y su calidez le resultГі reconfortante.

Se adentraron en la sala, pasando junto a armarios y aparadores, escritorios y guardarropas.

―Narnia, allá voy ―bromeó Emily, abriendo las puertas de un guardarropa de madera especialmente ornamentada antes de apuntar el precio y el número en su lista.

Por fin llegaron al rincГіn donde se acumulaban todas las camas.

―Mira ―dijo Emily, mirando una gran cama con dosel de madera oscura. Habían tallado cada uno de los postes para que pareciesen los árboles originales, y el efecto era casi sobrenatural―. Esto es exactamente lo que necesito. Una más así y las habitaciones más caras serán puro lujo, ¿no te parece?

Daniel parecГ­a particularmente interesado en aquella cama.

―Está muy bien hecha. Quiero decir, se nota por lo bien que ha soportado el paso del tiempo, pero también por el acabado y por cómo usaron un barniz que mejor encajaba con el efecto de madera natural. ―Parecía enamorado, aunque nada más pronunciar aquellas palabras se distrajo al instante con otra de las camas―. ¡Emily, deprisa, mira ésta!

Emily se riГі cuando Daniel le tirГі de la mano para enseГ±arle otra cama ricamente decorada. Aquella tenГ­a un barniz mГЎs pГЎlido y casi parecГ­a salida de una cabaГ±a de troncos de Islandia. HabГ­a patrones tallados en el cabecero y en los postes; era toda una belleza.

―Mírala, ¡es una pieza entre un millón, Emily! ―dijo Daniel con entusiasmo―. Tallada a mano. Una carpintería magnífica. ¡Si la compras ya habrás conseguido que el hostal aparezca en el mapa!

Emily sintiГі cГіmo una sensaciГіn de calidez se extendГ­a por su interior. Era verdad; las camas que habГ­a encontrado en la tienda de Rico eran sorprendentes y Гєnicas. Ahora comprendГ­a lo que Cynthia habГ­a estado intentando decirle con lo de tratar a sus huГ©spedes como si fuesen de la realeza. Desde luego ella se sentirГ­a como una princesa si durmiese en una de ellas.

―Sabes ―comentó, pasando los dedos por la madera de uno de los postes―. Si compramos las camas, habrá una condición.

―¿Oh? ―preguntó Daniel, frunciendo el ceño.

Emily apretГі los labios y arqueГі una ceja.

―Tendremos que probarlas todas. Para comprobar su calidad, por supuesto.

―Quieres decir… ¡Oh! ―Daniel captó lo que Emily estaba sugiriendo implícitamente y movió las cejas en un gesto travieso. De repente la perspectiva de comprarlas era mucho más tentadora―. Oh, bueno, por supuesto… ―musitó, rodeando a Emily con los brazos y acercándola a sí―. No podría descansar por las noches si no experimentase de primera mano aquello por lo que pagan tus huéspedes.

La besГі en el cuello de manera seductora y Emily se riГі.

―Voy a ir a darle a Rico la lista ―dijo ésta, apartándose de su abrazo―. Y a despedirme de todo mi dinero.

Daniel silbГі entre dientes.

―Vas a hacerlo muy feliz. ¡Seguramente le hagas ganar todo un mes de ingresos en una sola venta!

―Me niego a pensar en eso ―dijo Emily, haciendo ver que se tapaba los ojos con las manos para evitar mirar las etiquetas con los precios.

DejГі a Daniel en la gran sala trasera y fue en busca de Rico.

―Evie ―dijo éste cuando volvió a la tienda―. ¿Has encontrado lo que querías?

―Así es ―contestó Emily―. Me gustaría comprar tres guardarropas, un tocador, dos escritorios, seis mesitas de noche, una cómoda alta, dos cajoneras, tres alfombras y tres camas antiguas.

―Oh ―musitó Rico, algo sorprendido cuando le tendió la lista de los objetos y sus precios―. Eso es bastante. ―Empezó a sumar las cantidades lentamente en la reliquia que era la caja registradora.

―Estoy amueblando otras dos habitaciones del hostal y rediseñando la otra.

―Ah, sí, eres la chica del hostal ―comentó Rico, asintiendo con la cabeza―. Tu padre estaría tan orgulloso de lo que has conseguido, sabes.

Emily no puedo evitar removerse de pura incomodidad. Aunque apreciaba las palabras amables del anciano, pensar en su padre siempre la hacГ­a sentir incГіmoda.

―Gracias ―repuso en voz baja.

―Bueno ―continuó Rico con voz gastada―, puesto que eres una clienta tan valiosa y estás haciendo algo que beneficiará a todo el pueblo, voy a hacerte un descuento. ―Presionó algunos botones más, haciendo aparecer un número sobre la polvorienta pantalla.

Emily lo mirГі entrecerrando los ojos, sin estar segura de estar viГ©ndolo bien.

―Rico, eso es un descuento del cincuenta por ciento. ―No sabía si el anciano había introducido aquella cantidad por error. Lo último que quería era robarle por accidente.

―Así es. Has recibido el descuento especial por el Día de los Caídos en Sunset Harbor. ―Rico le guiñó el ojo.

Emily tartamudeГі, todavГ­a con la sobre su tarjeta. No se podГ­a creer su generosidad.

―¿Estás seguro?

Rico agitГі la mano para hacerla callar. ProcesГі la venta y Emily se quedГі allГ­ de pie, algo aturdida.

―Gracias, Rico ―dijo sin respiración, y le dio un beso al anciano en la mejilla arrugada―. No sé cómo agradecértelo.

Rico sonriГі de oreja a oreja con una sonrisa que lo decГ­a todo.

Emily se sintiГі como una niГ±a mientras se apresuraba a la parte trasera de la tienda de antigГјedades en busca de Daniel.

―¡Rico me ha dado un descuento de la mitad del precio! ―exclamó en cuanto llegó hasta él.

Daniel pareciГі asombrado.

―Eso es genial ―dijo.

―Venga ―continuó Emily, impaciente de golpe―. Vamos a sacar todo esto de aquí y a empezar a arreglar el hostal.

Daniel se riГі.

―Nunca había visto a nadie tan ansioso por poner punto final a una cita.

―Lo siento ―se disculpó Emily, sonrojándose―. Es sólo que hay tantas cosas que hacer y preparar para cuando llegue Jayne.

―¿Quién es Jayne? ―preguntó Daniel―. No me habías dicho que tenías otra reserva. ―Pareció entusiasmado por ella, aunque algo sorprendido.

Emily se riГі.

―Oh, no es eso. Jayne es una vieja amiga de Nueva York.

Daniel se vio sГєbitamente incГіmodo. Ya se habГ­a sentido juzgado cuando Amy se habГ­a pasado de visita, y se sentГ­a bastante reacio a conocer a mГЎs de sus amistades.

―Vale ―dijo en un susurro apagado.

―Es muy agradable ―lo tranquilizó Emily―. Y le caerás genial. ―Lo besó en la mejilla.

―Eso no puedes saberlo ―argumentó Daniel―. Nunca se sabe; la gente se cae mal por nada todo el tiempo. Y tampoco es que yo sea el tipo más amigable del mundo.

Emily le abrazГі el cuello y frotГі la nariz contra la suya.

―Te prometo que te amará, y lo sé porque yo te amo. Así es como son las cosas con las mejores amigas.

No se dio cuenta hasta que acabГі de hablar de que habГ­a dicho la palabra clave. Le habГ­a dicho a Daniel que lo amaba. Se le habГ­a escapado sin mГЎs, pero no se sintiГі incГіmoda ni nerviosa por haberlo dicho. De hecho, le habГ­a parecido lo mГЎs natural del mundo, pero fue muy consciente de que Daniel no le contesto del mismo modo y se preguntГі si se habГ­a apresurado demasiado.

Siguieron en aquella posiciГіn un rato mГЎs, abrazГЎndose en silencio en la penumbra de la tienda de antigГјedades mientras Emily reflexionaba sobre el silencio de Daniel.



*



El cielo empezaba a oscurecerse para cuando descargaron las pesadas camas con dosel nuevas de la camioneta de Daniel y las cargaron hasta las habitaciones. Dedicaron las siguientes horas a montarlas y a organizar las habitaciones sin que ninguno de ellos comentase las palabras que se habГ­an intercambiado en la tienda de Rico.

A medida que el cielo iba volviГ©ndose negro, Emily empezГі a sentir que la casa se convertГ­a en un hostal de verdad, como si ahora estuviese mГЎs comprometida con la idea. En muchos sentidos habГ­a alcanzado un punto de no retorno, y no era sГіlo con el hostal, sino tambiГ©n en cuanto a sus sentimientos con Daniel. Lo amaba, amaba el hostal, y en su mente no cabГ­a la mГЎs mГ­nima duda sobre ninguna de aquellas cosas.

―Creo que deberíamos pasar la noche en mi casa ―anunció Daniel cuando el reloj anunció la medianoche.

―Claro ―accedió Emily, algo sorprendida. Nunca había pasado la noche en la casa cochera de Daniel, y se preguntó si se trataba de un intento por parte de éste de mostrar su compromiso con ella después de haber fallado en decirle que la quería.

Cerraron el hostal con llave y cruzaron el jardГ­n hacia la pequeГ±a cochera de Daniel, que se erguГ­a entre las sombras. Daniel abriГі la puerta e invitГі a Emily a entrar.

Emily siempre se sentГ­a mucho mГЎs joven cuando estaba dentro de aquella casa; habГ­a algo en la extensa colecciГіn de vinilos y libros que la intimidaba. AprovechГі el momento para analizar las estanterГ­as, observando todos los textos acadГ©micos que poseГ­a Daniel. De psicologГ­a, de fotografГ­a; tenГ­a libros sobre tantos temas. Y, para gran diversiГіn de Emily, todos aquellos libros acadГ©micos de aspecto tan intimidatorio aparecГ­an rodeados de novelas negras baratas.

―¡No puede ser! ―exclamó―. ¿Lees a Agatha Christie?

Daniel simplemente se encogiГі de hombros.

―Leer de vez en cuando a Agatha no tiene nada de malo. Se le da muy bien contar historias.

―¿Pero sus libros no están enfocados a mujeres de mediana edad?

―¿Por qué no lees uno y me cuentas? ―le repuso Daniel con descaro.

Emily lo golpeГі con uno de los cojines.

―Cómo te atreves. ¡Tener treinta y cinco años no es ser de mediana edad!

Se rieron mientras Daniel forcejeaba con Emily hasta tumbarla en el sofГЎ, haciГ©ndole cosquillas sin misericordia y consiguiendo que Emily chillase y lo golpease con los puГ±os. Ambos cayeron agotados en una amalgama de extremidades mientras las risitas de Emily iban apagГЎndose. JadeГі, recuperando el aliento y rodeando a Daniel con los brazos antes de pasarle los dedos por el pelo. La actitud juguetona de los dos desapareciГі, volviГ©ndose mГЎs seria.

Daniel se apartГі para mirarla a la cara.

―Eres preciosa, sabes ―dijo―. No estoy seguro de si te lo digo lo suficiente.

Emily podГ­a leer entre lГ­neas. Daniel se referГ­a a lo que habГ­a pasado antes, al hecho de que no le habГ­a respondido que la amaba, y ahora estaba intentando arreglarlo haciГ©ndole cumplidos. No era lo mismo, pero se alegrГі de oГ­rlo de todos modos.

―Gracias ―musitó―. Tú tampoco estás nada mal.

Daniel sonriГі con suficiencia, dedicГЎndole aquella sonrisa torcida que Emily tanto apreciaba.

―Me alegro tanto de haberte conocido ―continuó Daniel―. Mi vida resulta casi incomprensible en comparación con la que llevaba antes de ti. Le has dado la vuelta a todo.

―Espero que eso sea en el buen sentido.

―En el mejor de los sentidos ―la tranquilizó Daniel.

Emily notГі cГіmo se le sonrojaban las mejillas. A pesar de lo mucho que disfrutaba oГ­r decir a Daniel aquellas palabras seguГ­a sintiГ©ndose algo tГ­mida, y todavГ­a dudaba un poco de cГіmo encajaban y de lo mucho que podГ­a permitirse acercarse a Г©l considerando lo mucho que pendГ­a en el aire todo lo relacionado con el hostal.

A Daniel pareciГі costarle pronunciar lo siguiente que querГ­a decir. Emily lo observГі con paciencia, animГЎndolo con una mirada.

―No sé qué haría si te fueras ―dijo al fin―. No, sí que lo sé. Conduciría hasta Nueva York para volver a estar contigo. ―La cogió de la mano―. Lo que intento decir es que te quedes conmigo. ¿Vale? Sea donde sea, haz que sea conmigo.

Sus palabras emocionaron a Emily profundamente. Estaban cargadas de tanta sinceridad, de tanta ternura. No era amor lo que comunicaban, sino otra cosa, algo parecido o al mismo significativo. Era un deseo de estar con ella sin importar lo que ocurriese con el hostal. Daniel estaba haciendo desaparecer la cuenta atrГЎs y diciendo que no le importaba si Emily no conseguГ­a que el negocio despegase para el cuatro de julio. Г‰l seguirГ­a con ella.

―Lo haré ―contestó, mirándolo con adoración―. Podemos seguir juntos sin importar lo que pase.

Daniel se inclinГі y la besГі con fuerza. Emily sintiГі cГіmo su cuerpo se caldeaba en respuesta a Г©l y el calor entre ellos se intensificГі. Entonces Daniel se puso en pie y le tendiГі la mano, y Emily se mordiГі el labio antes de aceptarla, siguiГ©ndolo con una ansiosa anticipaciГіn mientras la llevaba hacia el dormitorio.




CAPГЌTULO SIETE


Aquella cita habГ­a sido exactamente lo que necesitaban tanto Emily como Daniel. A veces los dos se veГ­an completamente engullidos por el trabajo en el hostal que resultaba fГЎcil dejar escapar aquellas cosas, asГ­ que a ninguno les sorprendiГі cuando no se despertaron con la alarma de las ocho de sus despertadores. Emily en concreto tenГ­a mucho sueГ±o que recuperar.

Cuando por fin se despertaron a las nueve, una hora que ahora les parecГ­a absurdamente tardГ­a, decidieron que lo mejor serГ­a disfrutar de un rato mГЎs en la cama, especialmente teniendo en cuenta lo bien que se lo habГ­an pasado la noche anterior entre las sГЎbanas.

Acabaron levantГЎndose alrededor de las diez, e incluso entonces se regalaron un largo y relajado desayuno antes de admitir por fin que tenГ­an que volver a la casa para continuar trabajando en las habitaciones nuevas.

―Ey, mira ―dijo Daniel mientras cerraba la puerta de la casa cochera y echaba la llave cuando salieron―. Hay un coche en la entrada.

―¿Otro huésped? ―preguntó Emily.

Echaron a andar juntos y cogidos de la mano por el camino de grava. Emily echГі un vistazo a la casa y distinguiГі a una mujer de cabello negro brillante de pie en el porche, rodeada de varias maletas y llamando una y otra vez al timbre.

―Creo que tienes razón ―dijo Daniel.

Emily jadeГі, comprendiendo de repente quiГ©n era.

―¡Oh, no, me he olvidado de Jayne! ―exclamó. Se miró el reloj; eran las once. Jayne había dicho que llegaría a las diez. Esperaba que su pobre amiga no llevase allí de pie una hora llamando al timbre.

―¡Jayne! ―la llamó, corriendo por el camino―. ¡Lo siento muchísimo! ¡Estoy aquí!

Jayne se dio la vuelta al oГ­r su nombre.

―¡Em! ―gritó, saludándola con la mano. Entonces vio a Daniel acercándose unos pasos más atrás y arqueó las cejas como diciendo: «¿Y ése quién es?».

Emily la alcanzГі y las dos mujeres se abrazaron.

―¿Llevas aquí de pie una hora? ―preguntó Emily, preocupada.

―Oh, venga ya, Emily. ¿Acaso no me conoces? Claro que no he llegado a tiempo; ¡he llegado como cuarenta y cinco minutos tarde!

―Aun así ―se disculpó Emily―. Quince minutos es mucho tiempo para pasarlos de pie en un porche.

Jayne dio una pequeГ±a patada sobre el suelo de madera con el tacГіn de la bota.

―Es un porche sólido y recio. Ha hecho un buen trabajo.

Emily se riГі, y en aquel momento Daniel las alcanzГі a ambas.

―Jayne, éste es Daniel ―se apresuró Emily, a sabiendas de que no le quedaba más elección que presentarlos.

Daniel le dio la mano con cortesГ­a a Jayne aun cuando Г©sta lo miraba como si fuera un buen corte de carne.

―Un placer conocerte ―la saludó―. Emily me ha hablado mucho de ti.

―¿Ah, sí? ―preguntó Jayne, arqueando todavía más las cejas―. Porque a ti no te ha mencionado. Eres un secreto muy bien guardado, Daniel.

Emily no pudo evitar sonrojarse; Jayne no era una persona dada a las sutilezas, ni tampoco a mantener la boca cerrada cuando tendrГ­a que hacerlo. EsperГі que Daniel no buscase un significado oculto a sus palabras ni llegase a conclusiones errГіneas.

―¿Quieres que te ayude con las maletas? ―se ofreció éste.

―Sí, por favor ―contestó Jayne.

En cuanto Daniel se inclinГі para recoger los bultos, Jayne estirГі el cuello para verle mejor el culo. CruzГі una mirada con Emily y asintiГі con aprobaciГіn. Emily hizo una mueca.

―Deja que me ocupe de eso ―se apresuró a decir, apartando a Daniel y recogiendo las maletas―. ¡Guau, Jayne, esto pesa! ¿Qué has metido dentro?

―Oh, ya sabes ―dijo su amiga―. Dos conjuntos por día, uno para las horas de sol y otro para la noche, además de algo más formal, por si acaso. Y lencería, por supuesto. Mascarillas faciales e hidratantes, la bolsa del maquillaje y las brochas, la laca de uñas, la plancha para el pelo, el rizador…

―¿De verdad necesitas traer tanto la plancha como el rizador? ―la interrogó Emily, cruzando la puerta con las maletas y entrando al pasillo.

―Además de la plancha para ondular ―añadió Jayne―. Nunca sabes qué te puede apetecer. ―Le dirigió una sonrisa traviesa a Emily.

―Emily ―intervino Daniel―, parece demasiado peso para ti. ¿Qué tal si dejas que lleve todo eso a la habitación de Jayne?

―Gracias, Daniel ―dijo Emily, asegurándose de situarse estratégicamente para que Jayne no pudiese mirarle el culo a Daniel cuando éste se inclinó―. ¿Podrías llevarlas a la Habitación Uno?

La habitaciГіn de huГ©spedes original, la HabitaciГіn Uno, habГ­a sido bautizada de manera afectuosa como В«la del seГ±or KapowskiВ» por Daniel y ella, pero ahora mismo no le apetecГ­a contar esa historia en concreto. SabГ­a que habГ­a sonado extraГ±amente rГ­gida y formal al pedirle a Daniel que llevase las maletas a la HabitaciГіn Uno, pero en aquel momento no le importaba; su Гєnico objetivo era alejar a Daniel de Jayne lo mГЎs rГЎpido posible, preferentemente sin que Г©sta se le quedase mirando el culo cuando Daniel subiese las escaleras. La habitaciГіn mГЎs alejada de la casa parecГ­a ser distancia suficiente.

Se girГі hacia Jayne.

―Deja que te enseñe la casa. ―Y con aquello llevó a su amiga hacia el salón.

―¡Oh, Dios! ―chilló ésta antes incluso de que la puerta se cerrase a sus espaldas―. ¿Ése es el nuevo hombre en tu vida? ¡Dime que no! ¿En serio? ¿Cómo has podido mantenerlo tan en secreto? ¿Cómo logras no ponerte a llamar a todo el mundo que has conocido en tu vida, incluidos a tu profesora de guardería y al cartero, para decirles que estás saliendo con un leñador que está para mojar pan?

Jayne hablaba increГ­blemente deprisa y muy alto; era algo que podГ­a hacerte sufrir dolor de cabeza despuГ©s de estar cinco minutos en su compaГ±Г­a.

―No es un leñador ―susurró Emily, sintiéndose avergonzada. ¿Cómo había podido olvidarse de lo brusca que llegaba a ser Jayne? ¿Qué demonios le había hecho pensar que sería buena idea invitar a su vieja amiga para que fuera al hostal cuando al hacerlo se sometería al escrutinio de su relación? No quería que ahuyentara a Daniel; de aquello ya se había ocupado ella personalmente al soltarle el día anterior que lo amaba.

―Pero amiga mía ―continuó Jayne―, sí que está para mojar pan. Eso lo ves, ¿verdad? Quiero decir, sabía que tus gustos se habían vuelto locos en los últimos meses, pero al menos todavía reconoces a un hombre atractivo cuando lo tienes delante, ¿no?

―Sí ―susurró Emily con los ojos en blanco―. Por favor, actúa normal con él. Lo nuestro es nuevo, bastante nuevo.

―¿Qué quieres decir con que actúe normal?

―Quiero decir que no te pongas a hablar de bebés ni de casarse. Y no menciones a Ben, ni a ninguno de mis exnovios. Ni a mi madre. Por favor, Dios, no digas nada de lo loca que está mi madre.

Jayne se riГі.

―Te gusta de verdad, ¿no? No te había visto tan nerviosa en mucho tiempo.

Emily se retorciГі.

―Pues sí, me gusta. Creo que estoy enamorada.

―¡No me digas! ―chilló Jayne, alzando la voz varias octavas―. ¿Estás enamorada?

Justo en aquel momento Daniel entrГі en el salГіn. Emily se quedГі paralizada y Jayne abriГі los ojos de par en par antes de apretar los labios con fuerza.

―Ups ―dijo en voz alta, mirando de un rostro mortificado al otro―. Bueno, Daniel ―añadió, rompiendo la tensión que había empezado a llenar la habitación como un globo―, cuéntamelo todo sobre ti.

Daniel mirГі de Emily a Jayne y tragГі saliva.

―Eh, en realidad creo que os dejaré con vuestras cosas. Tengo que pasear a los perros. ―Y salió del salón a toda prisa.

Emily suspirГі, notando cГіmo se deshinchaba. Le dolГ­a que Daniel actuara de manera tan incГіmoda con todo el tema de que estuviese enamorada de Г©l. Se girГі hacia Jayne.

―¿Podemos salir de aquí un rato? Podría enseñarte un poco Sunset Harbor. No has venido nunca, y de niña pasaba gran parte de los veranos en el pueblo. Estaría bien enseñarte los lugares más interesantes.

―Cariño, dime qué tipo de zapatos necesito y me apunto. ¿Algo tipo botas de montaña? ¿Zapatillas de deporte?

Desde luego que Jayne habГ­a traГ­do consigo toda clase de zapatos.

―En realidad, no he salido a correr desde que me fui de Nueva York ―contestó Emily―. Podría ser divertido. Hace un día demasiado bonito como para pasarlo en el coche, y desde luego cubriríamos más terreno que si vamos andando. Podemos ir por el camino que pasa junto al océano.

―Me parece genial ―dijo Jayne―. Ayer, después de acabar de hablar contigo, recibí tantas llamadas que tuve que dejar el entrenamiento durante la milla doce. Me iría bien correr como es debido.

Emily tragГі saliva. Para ella correr como es debido nunca se habГ­a prolongado mГЎs de cinco millas, y ahora mismo, tras seis meses de indolencia, se sentirГ­a satisfecha si llegaba a cubrir dos.

―Voy a cambiarme ―dijo.

Se apresurГі escaleras arriba, dejando el hostal a merced de Jayne. Al llegar al dormitorio se encontrГі a Daniel tumbado en la cama y con la vista fija en el pecho.

―¿Estás bien? ―le preguntó indecisa―. Creía que ibas a sacar a los perros.

―Tenía que salir de esa habitación ―contestó Daniel.




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